Terminó el viernes en Medellín el Séptimo Festival Gabo, que realiza cada año la Fundación que lleva el mismo nombre con el que el mundo reconoce al nobel colombiano, Gabriel García Márquez. Se trata de una fiesta para reconciliarse con el periodismo, para darle oportunidad a nuevas formas de narrar, para innovar y para pensar el futuro de un mundo incierto, como es el de las comunicaciones. Y aunque es una fiesta que parece para periodistas y de los periodistas, en realidad se trata de mucho más que eso. Es un momento para pensar en un factor determinante de la democracia, la libertad de expresión, y también de otro elemento clave de este predicamento, la opinión pública.
El modelo tradicional de hacer periodismo, en el que los grandes medios marcaban la agenda y se podía vivir de la venta de publicidad ha cambiado desde sus cimientos. En la era de la internet aparecen cada día nuevos medios que entran a pelear por la poca pauta publicitaria que hay, y que en su mayoría es controlada por los gigantes de la red como Facebook y Google, los dueños del canal, que usufructúan la información que otros suben a sus plataformas. De esta manera muchos medios se han visto en aprietos económicos y el despido de periodistas no se ha hecho esperar.
No obstante, el periodismo es más necesario hoy que nunca, en tiempos en que cualquiera puede subir información a sus redes sociales, abrir un canal para comunicar en una plataforma digital, distribuir contenidos mentirosos en cuestión de segundos y viralizarlos. Se requiere de periodistas capacitados para hacer frente a las noticias falsas, para verificar la cantidad de datos mentirosos que pueden entregar autoridades públicas, para curar la cantidad de información que circula por todas las plataformas, para contrastar las historias con sus protagonistas y antagonistas. En últimas, para hacer el mejor periodismo posible, que un ciudadano no va a realizar.
La entrega del premio a la Excelencia Periodística a un reportero gráfico colombiano, Jesús Abad Colorado, llena de orgullo al gremio. Se trata de un hombre que desde que estudiaba en la Universidad de Antioquia decidió que la imagen iba a ser la manera en que iba a contar sus historias, y poco a poco recorrió el país y documentó la barbarie de unos y otros, hasta llegar hoy a ser ese hombre que reflexiona, que respeta a sus fuentes, que se acerca a ellas, que critica de manera severa a quienes con ligereza buscan acabar con el proceso de paz. Jesús Abad, el testigo, es un ejemplo de que hay periodistas de excelente capacidad y profesionalismo en Colombia. Un hombre que nos inspira con la esperanza que plasma en cada imagen.
Así mismo, se premió al editor ejemplar de este año en Colombia, que recayó en Luis Enrique Rodríguez, de Caracol, un hombre de bajo perfil que ha sabido orientar a las nuevas generaciones en el más potente medio de comunicación que tiene Colombia, la radio. Con ellos fueron premiados trabajos de Estados Unidos, México y Venezuela, y de Cuba, en los que los jurados destacaron la alta calidad, el trabajo en equipo en varios de ellos y el interés por revelar historias que permanecían ocultas.
Porque de eso se trata el periodismo, de contar las cosas que parecen invisibles y es necesario que se sepan, para que los ciudadanos estén mejor informados y tomen mejores decisiones. El periodismo está vivo y requiere de más periodistas dispuestos a defender la democracia y esto se hace contando historias, a veces difíciles, a veces gratas, pero siempre con la idea de que entre más información haya será mejor para la ciudadanía y para los estados. Felicitaciones a la Fundación Gabo en sus 25 años y que siga sembrando el buen periodismo en Iberoamérica.
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