Fecha Publicación - Hora

Durante la primera semana de este año, como se lee en un informe publicado por este diario el pasado lunes, fueron rescatados de las aguas del río Cauca, en su paso por Caldas, los cadáveres de tres personas, una de las cuales pudo ser identificada poco después de ser hallado el cuerpo por organismos de socorro. Correspondía al joven Juan José Chávez, de 22 años, que habría sido asesinado con impactos de bala, según la autopsia realizada por Medicina Legal en Pereira. Chávez había desaparecido en La Unión (Valle), el pasado 3 de enero. 
 Los reportes de los hallazgos que permitieron la movilización de los socorristas surgieron en los municipios de Belalcázar y Viterbo (Caldas). Los dos cuerpos encontrados en este último municipio están pendientes de ser identificados. Este no es un fenómeno nuevo, ya que de hecho en las décadas de los 80 y 90 y principios de este siglo fueron numerosos los episodios similares, los cuales fueron relacionados en esa época con las actuaciones de grupos paramilitares y narcotraficantes en el Valle del Cauca, especialmente. El municipio de Trujillo (Valle) fue un punto crítico en este fenómeno de violencia. Registros de Medicina Legal establecen que entre 1982 y 2016 fueron rescatados 549 cuerpos o partes de ellos del río Cauca.
 Lo preocupante es que parece haberse reactivado esta práctica de asesinar personas y lanzar sus cuerpos al río Cauca, como una forma de tratar de desaparecer evidencias de los crímenes. Durante el año pasado fueron registrados 16 hallazgos de cadáveres en las aguas del Cauca en sectores de Belalcázar, Pácora, Neira, Kilómetro 41, Marmato y el corregimiento de Arauca (Palestina). 
 La mayoría de los asesinatos ocurren fuera de Caldas, pero aquí son hallados los cadáveres. Sin embargo, es grave la denuncia que han hecho algunos miembros de organismos de socorro en el sentido de que en nuestro departamento la Policía no quiere que se rescaten esos cuerpos, debido a que les dañan las estadísticas de homicidios. Es un asunto que debe ser investigado y sancionado, porque siempre debe primar la posibilidad de identificar a las víctimas y tratar de llegar a los autores de los crímenes. Escondiendo los muertos no se soluciona el problema.
 En los episodios recientes en Caldas, la mayoría de los cuerpos rescatados estaban en condiciones irreconocibles, además, porque en varios casos hay desmembramientos y decapitaciones. Solo con pruebas de ADN se puede tener la esperanza de conocer sus identidades y con ello tratar de esclarecer los móviles de sus muertes. 
Se necesita que los organismos de investigación hagan los seguimientos necesarios y traten de llegar a los orígenes de estas situaciones, que generan temor en distintas comunidades. Se debe trabajar de manera integral para acabar de una vez por todas con este tipo de crímenes, que además de aberrantes nos muestran la realidad de una violencia que sigue creciendo sin control.