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Terminó el anuncio de los premios Nobel, galardón creado por cuenta de la fortuna económica de Alfred Nobel, quien quiso reconocer lo mejor de la humanidad, un símbolo importante que sigue vigente, que reconoce a quienes hacen de este mundo un lugar mejor.

En medicina se premió a los estadounidenses David Julius y Ardem Patapoutian, cuyo trabajo consistió en identificar cómo el calor, el frío y el tacto pueden desencadenar respuestas en el sistema nervioso, lo que ha permitido avanzar en tratamientos para el dolor crónico. En Química se reconoció la creación de la organocatálisis, herramienta que permite la construcción de moléculas, del alemán Benjamin List y del estadounidense David W. C. MacMillan, reconocidos, entre otras razones, porque con esto hicieron posible que la química fuera más ecológica y más barata, lo que, por ejemplo en el caso de medicamentos, permite mayor acceso a la población.

En Física el premio llegó para un italiano, Giorgio Parisi; un japonés, Syukuro Manabe; y un alemán, Klauss Hasselmann, quienes han dedicado su vida a advertir los efectos del cambio climático, con base en sus estudios teóricos y con modelamientos de lo que puede resultar si no se corrige el rumbo. Un reconocimiento a comprender en el largo plazo los sistemas complejos y el intento por predecirlos, algo que hace décadas parecía improbable. Y hablando de sistemas complejos, el premio conocido en Economía reconoció la labor para sacar conclusiones de experimentos inesperados y llevarlos al mercado laboral, tarea hecha por el canadiense David Card, el estadounidense Joshua D’Angrist y el holandés Guido W. Imbens, quienes han demostrado que en el mercado laboral se pueden obtener conclusiones sobre causa y efecto de forma empírica, asunto que además han demostrado cómo la migración no afecta los puestos de trabajo.

Un inmigrante es el galardonado con el premio Nobel de Literatura. Nacido en Tanzania (África), pero asentado en el Reino Unido, Abdulrazak Gurnah en su obra ha mostrado los efectos nocivos del colonialismo en las culturas, entre las que ha creado un abismo, que se ve reflejado en los refugiados. Y dos periodistas, la filipina Maria Ressa -la única mujer en el selecto grupo de este año- y el ruso Dmitry Muratov, recibieron el galardón de la Paz, que entrega Noruega, por su lucha incansable por la libertad de expresión y la defensa de los Derechos Humanos, un aporte del periodismo a la resistencia contra los caudillismos, que se muestran al mundo con ropajes democráticos, pero bajo ese manto imponen regímenes que van justamente contra todo lo que la democracia pregona.

Volver cada año sobre estos temas y reconocer que son muchísimas las personas que trabajan por el bien común es una oportunidad para entender que la esperanza es clave para que los humanos veamos atrás y nos demos cuenta de la cantidad de cosas que hemos ganado y, al tiempo, de lo vulnerable que pueden resultar esos beneficios alcanzados. El bien común, que damos por sentado, puede esfumarse si no lo valoramos. Eso es lo que nos recuerdan los Nobel.