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La noticia esta semana del naufragio de una embarcación que intentaba llevar migrantes en una nave no apta y con sobrecupo en Acandí (Chocó) es tan solo la confirmación de lo que sucede a diario con los migrantes en nuestro país, personas que corren toda clase de riesgos en busca de lo que creen va a ser un lugar mejor que el que tenían en su país de origen. El problema es que como están las cosas esta noticia se repite sin que se vean soluciones estructurales.
Tras el naufragio, un operativo realizado por autoridades colombianas encontró 13 embarcaciones ilegales con migrantes y hay quienes muestran sorpresa, cuando desde hace años el periodismo ha contado de todas las maneras la situación que se vive en esta región limítrofe con Panamá. El siguiente paso para miles de estos migrantes en su largo trayecto hacia los Estados Unidos o Canadá, que son su meta de llegada.
En el trabajo periodístico Migrantes de otro mundo, que se encuentra recopilado en un libro y en una versión digital, realizado por el Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP) se siguió el rumbo de estos migrantes desde sus países de origen, que no son solo Haití o Venezuela, son de Nepal, Camerún, Angola, Congo, Bangladesh y otra veintena de naciones lejanas, quienes cuentan sus historias y los padecimientos en el camino. Allí todos coinciden en afirmar que lo peor es cruzar el Darién.
El tapón del Darién es la cerrazón de la selva. Una maravilla natural que han aprovechado grupos armados para convertirlo en refugio y camino para sus fechorías, entre estas aprovecharse del negocio ilícito del tráfico de personas. La situación es dramática, eso fue lo que obligó a Panamá y a Colombia a firmar un acuerdo para que de nuestro país se permita solo el paso de 500 personas cada día, lo que ha causado un trancón de extranjeros, que buscan salidas a toda costa. Se trata de grupos que se suman a las caravanas de centroamericanos que intentan pasar el río Bravo.
La Organización Internacional de las Migraciones, la ONU y hasta la Defensoría del Pueblo han llamado la atención del Estado para que se tomen decisiones más allá de la represión y el control para atender a esta población que es víctima de esta tragedia humanitaria. La mayoría de ellos llega con engaños de redes de traficantes que tienen conexiones desde los países de origen y es a estos a los que se debe perseguir, lo que solo es posible con una estrategia internacional, en la que sumen las autoridades de todos los países involucrados, desde los expulsores, los de tránsito y los receptores.

Esta situación nos obliga a entender de mejor manera este fenómeno aupado por redes de delincuentes. Pero esto involucra saber que el ser migrante es ponerse en riesgo, es ser vulnerable, es ser señalado en otros países como un invasor e incluso como ilegal. Pero resulta que las personas no son ilegales ni su condición de irregulares las hace delincuentes. Se trata de víctimas que toda nación está obligada a atender y a tratar de mantener seguras mientras busca la manera de regresarlas a sus países en las mejores condiciones. Esta tarea está pendiente, mientras el problema crece cada día.