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La buena noticia de que Manizales estuvo 54 días sin homicidios nos demuestra que es posible pensar en una ciudad en donde se privilegie el respeto por la vida. Nos demuestra que es posible pensar en que se debe bajar la tasa por cien mil habitantes de la ciudad al mínimo, pues hasta el año pasado seguía ubicándose por debajo de la media nacional (24), pero por encima de ciudades como Bogotá (14). Ya al comienzo del año se había mostrado que estábamos en la ciudad en términos absolutos por debajo de los homicidios cometidos en los primeros meses del año pasado. Ahora con este logro se da un salto cuantitativo para poner la ciudad en estándares internacionales de ciudades seguras.
Obviamente el homicidio no es el único factor que determina la seguridad o no de una localidad, pero es pieza importante. Esto resulta clave en Manizales, en donde está plenamente identificado que la mayoría de estas muertes violentas se presentan en sectores muy localizados, de modo que parece que por fin se aplica una estrategia que ataca directamente en estas zonas. De hecho, la muerte del sábado pasado que rompió la positiva racha está en la comuna universitaria y no en la Ciudadela del Norte o San José.
Entre el 2008 y el 2017 se redujeron los homicidios en Manizales en casi un 60 por ciento, y se debe tener en cuenta que la mayoría de estas muertes se presentan por factores más asociados a la seguridad ciudadana que al conflicto armado, pues se trata de muertes relacionadas con el exceso en el consumo de licor, problemas personales, falta de tolerancia y otros más. Por esto, la estrategia de seguridad debe ser acompañada y de manera permanente por la promoción de solucionar los conflictos de manera dialogada, que se trate el tema como lo que es, un asunto de salud pública y para contrarrestarlo se necesita de campañas que muestren la importancia para la calidad de vida en una sociedad pacífica. Esto no es sencillo en Latinoamérica, la región más violenta del mundo, en buena parte por las cifras de Colombia.
Cero homicidios debe ser un propósito común, no solo en la ciudad, sino en el departamento, que también ha mostrado dificultades para reducir más la cifra de homicidios. Desde la Constitución de 1991 a los alcaldes les dieron mayores responsabilidades para administrar la seguridad en sus territorios y deben asumirlo, pero poco sirven las decisiones si no se parte de la comprensión de los fenómenos en cada localidad. Por ejemplo, es necesario entender qué se está haciendo diferente en la ciudad que llevó a esta buena racha sin homicidios en la ciudad y al entenderlo, extenderlo y mejorarlo. Solo así se podrá contar con estrategias que sean permanentes en el tiempo y cada vez den mejores resultados.

Garantizar el derecho a la vida de los ciudadanos debe ser la prioridad en cualquier propuesta de seguridad ciudadana. Teniendo en cuenta que este es un año electoral, bien valdría la pena que los candidatos nos cuenten cómo hacer para reducir la tasa de homicidios de la ciudad y del departamento a los estándares internacionales que se toleran para estas situaciones, de 10 por cien mil habitantes o menos. Eso sí es pensar en calidad de vida.