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No será fácil que el empresario barranquillero Álex Saab Morán, extraditado el sábado a los Estados Unidos desde Cabo Verde (África) diga todo lo que sabe acerca de sus negocios con el gobernante venezolano Nicolás Maduro. El próximo 1 de noviembre será la segunda parte de su audiencia de presentación ante una corte de Miami, en cuya primera jornada, el lunes pasado, el juez John J. O’Sullivan leyó los cargos por los que fue capturado el 12 de junio de 2020: siete casos de lavado de activos y uno de conspiración. Además, en mayo del 2019 fue sancionado por la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro de EE.UU.

El hecho de que Maduro tenga en Venezuela a la esposa del empresario, Camila Fabri, y sus dos hijas, le imprime un ingrediente de presión que podría llevar a que Saab, de 49 años, asuma la culpa en solitario, sin involucrar a los dirigentes venezolanos. Sería lamentable, sin embargo, que la verdad termine oculta si en la realidad el empresario barranquillero es testaferro del mandatario del vecino país, como tanto se ha dicho.

El hecho de que, tras su extradición, los delegados de Maduro en los diálogos de México para tratar de hallar una salida democrática al conflicto entre el actual gobierno y la oposición hayan anunciado su retiro, deja mucho qué pensar acerca de las verdaderas intenciones de Maduro al acceder a las conversaciones y al tomar medidas como reabrir las fronteras con Colombia. Además, el traslado a la cárcel El Helicoide de seis exfuncionarios de la refinería Citgo -cinco de ellos estadounidenses-, en una innegable represalia. Al parecer solo buscaba evitar la extradición de Saab mostrándose con piel de oveja, pero al no lograrlo está dispuesto a dejar salir el lobo.

Como parte de la estrategia del gobierno chavista convirtió a Saab en un supuesto miembro de su cuerpo diplomático, cuando en realidad es un empresario privado que se habría prestado para ejecutar acciones que son consideradas delitos en los Estados Unidos. Habría lavado cerca de $350 millones de dólares para Maduro, haciendo uso de tramas de corrupción a gran escala en torno a la construcción de viviendas populares, distribución de alimentos a los más pobres y operaciones ilícitas con el oro venezolano.

Con seguridad, la justicia estadounidense le ofrecerá a Saab la rebaja de su condena, que sería de 30 años, si colabora con información valiosa acerca de los cómplices de sus delitos. Eso podría complicarle la vida a Maduro, pese a que en una carta asegure que no tiene “nada que colaborar” con el país norteamericano y que no cometió ningún delito. Habrá que esperar el avance de las audiencias judiciales para ver cuál será el desenlace de una historia en la que el empresario barranquillero está entre la espada y la pared.

Ahora bien, lo más importante es que se pueda avanzar hacia una salida democrática en la que los opositores cuenten con todas las garantías en las elecciones presidenciales y regionales, así como de la Asamblea Nacional en los próximos meses y años. Ojalá, por encima de las intrigas y los procesos judiciales, se encuentre la sensatez para permitir que los venezolanos tengan un mejor futuro de la mano de una democracia que permita el regreso de la normalidad política a ese país.