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Era previsible que, en diversos aspectos, los indicadores de calidad de vida en Manizales sufrieran cambios significativos durante el año pasado, el periodo más crítico para la economía y para la sociedad como tal, a causa de la pandemia de la covid-19. En el segundo semestre del 2020 ya se tenían mediciones muy claras que mostraban el crecimiento acelerado del desempleo, el aumento de la pobreza monetaria y la pobreza extrema y complejos indicadores que necesariamente se iban a expresar en desmejora de la calidad de vida en la ciudad.
 Sin embargo, los datos presentados ayer por Manizales Cómo Vamos en su Informe de Calidad de Vida 2020, no solo confirman las sospechas que se tenían acerca de ese deterioro, sino que también dejan ver algunos contrastes positivos que nos deben llevar a reflexionar y a actuar para recuperar con prontitud el tiempo perdido, así como para afianzar y consolidar aquellos asuntos en los que se observan fortalezas y oportunidades que nos puedan llevar a la solución de problemas estructurales en el mediano y largo plazo.
 Entre los datos preocupantes que requieren una reacción como sociedad, en la que es clave el trabajo coordinado de los sectores público y privado, así como de la academia y de comunidades organizadas, es que la clase media haya caído en un 17,6% y se tenga un aumento de los pobres en un 57%, entre otros, lo cual está claramente relacionado con la pérdida de empleos, la cual se calcula en 19 mil 629 en la ciudad durante el año pasado, lo que significó que llegara menos dinero a los hogares y que, en general, la economía sufriera un golpe del que aún no se levanta. No obstante, relacionado con esta misma circunstancia, vale la pena resaltar que Manizales soportó con mayor firmeza el embate de la crisis, comparada con la mayoría de las demás ciudades capitales colombianas. De hecho, Caldas estuvo entre los tres departamentos que en términos nominales crecieron más durante el año pasado, en buena medida de la mano del buen comportamiento de la industria, que también expandió sus exportaciones. El movimiento de sociedades también demostró la resiliencia de nuestros empresarios y la fortaleza de nuestro tejido productivo.
 Hay otra serie de aspectos estructurales ligados a la demografía, como el tener una sociedad cada vez más envejecida; de movilidad, como tener más vehículos con relación al número de habitantes y la disminución en el uso del transporte público; o ambientales, que muestran problemas en la calidad del aire, los cuales deben ser afrontados con mayor determinación en conjunto. Para estos asuntos hay que implementar estrategias decididas que mejoren a futuro la calidad de vida.

La presencia ayer del director del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), Juan Daniel Oviedo, para analizar los resultados del informe, ayudó a reflexionar acerca del camino que debe seguir la ciudad si quiere avanzar más rápido en la recuperación de las afectaciones, pero también para acelerar en lo que tenemos fortalezas. Vale la pena pensar muy bien en sus recomendaciones acerca de consolidarnos como ciudad universitaria, en servicios tecnológicos y profundizar el trabajo hacia una agroindustria cada vez mejor cimentada. Mirar con decisión hacia el futuro con la ambición de acertar es nuestro gran desafío de ciudad.