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Ayer la Gobernación del Meta decretó la calamidad pública debido a la emergencia en la vía al Llano, que afecta de manera directa a 12 municipios de ese departamento, sobre todo a Guayabetal, donde hay riesgos geológicos para sectores urbanos. La decisión se desprende del anuncio de la ministra del Transporte, Ángela María Orozco, de que la carretera estará cerrada por lo menos tres meses, como consecuencia de las dificultades para remover el material que cae de la montaña en el kilómetro 58, el cual se calcula en unos 30.000 metros cúbicos de escombros, de acuerdo con un informe de la concesionaria Coviandes, encargada de la vía.
Esta declaratoria le servirá al Meta para acceder a recursos para atender a las comunidades de los 12 municipios afectados y al resto del departamento, que también se perjudica, pero apenas hasta el próximo martes, después de que el presidente Iván Duque regrese de su viaje por Europa, se realizará un consejo extraordinario de ministros para adoptar medidas que mitiguen los efectos para el resto del país. La realidad es que por ser esta la comunicación más importante de los Llanos Orientales con Bogotá, ruta permanente de productos agropecuarios e hidrocarburos desde esa zona del país hacia otras regiones y de otras muchas mercancías desde el centro hacia los Llanos, los efectos no se quedan en el Meta, sino que tiene alcances nacionales.
Los cierres comenzaron hace cerca de un mes, y ha sido necesario usar vías alternas que cuadruplican el tiempo de desplazamiento entre Bogotá y Villavicencio. Ya no son tres horas de camino, sino que los desplazamientos requieren de 10 a 13 horas entre las dos capitales. El estado de esas vías no es el mejor y en algunos casos hay restricciones para los vehículos de carga de mayor tamaño. Esto es algo lamentable, si se tiene en cuenta que no es un problema nuevo, sino que incluso desde hace varias décadas se tienen complicaciones en la comunicación entre la capital de la República y esta importante zona del país. Está bien que se cuente ahora con más vuelos entre las dos ciudades, pero también es importante controlar los costos de los pasajes.
Sin duda, el gran volumen de lluvias en la zona ayudó a que se presente esta emergencia, que inicialmente se creyó temporal. No obstante, de acuerdo con denuncias de gremios como el de los avicultores, quienes se encuentran gravemente perjudicados, los procedimientos usados por Coviandes para abrirse paso entre las montañas para ampliar la vía y hacer túneles, usando gran cantidad de cargas explosivas, han tenido efectos negativos en la estabilidad de las laderas y una mayor vulnerabilidad ante la actividad de las fallas geológicas de la zona. Sin embargo, desde Coviandes se tiene una visión contraria, y son las aguas residuales mal manejadas por criaderos avícolas de la zona los responsables de buena parte de los derrumbes. Más que mutuos señalamientos, lo que se necesitan son soluciones.

Esas son situaciones que deben ser estudiadas y enfrentadas de manera técnica para lograr que en el futuro no se tengan riesgos mayores. No podemos olvidar que hace cerca de año y medio se cayó allí el puente de Chirajara, también construido por Coviandes, en el que murieron nueve operarios. Es preocupante que se esté hablando de la posibilidad de que el cierre pueda extenderse por el resto del año, lo que tendrá un enorme costo económico para el país, pero lo fundamental es que las obras que se acometan garanticen que no se pondrán en riesgo más vidas humanas. Rapidez en las obras y que estas sean seguras es lo que requiere la vía al Llano.