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Los restos de una exploración de uranio en la vereda San Juan del corregimiento de Berlín, en el municipio de Samaná (Caldas), tienen preocupada a la comunidad de ese sector, ya que en el interior de una bodega que está a 100 metros de la escuela, a 30 metros del acueducto comunitario y muy cerca de casas de ese paraje rural, la empresa Gaia Energy, de Canadá, dejó material que podría tener un peligro potencial, ya que evidentemente el uranio es un material radioactivo que necesita un manejo de gran cuidado en lugares cercanos a centros poblados.
Un informe de LA PATRIA, publicado ayer, da cuenta de esta situación en el oriente de Caldas, que se da desde hace por lo menos cinco años, cuando la empresa canadiense abandonó el lugar dejando allí 374 cajas metálicas, de 3,5 metros lineales, que contienen núcleos mineralizados con uranio, lo que equivale a 1.309 metros en la bodega. Voces expertas aseguran que si no hay contacto directo con el material no hay que preocuparse, pero para la comunidad del sector eso no les da tranquilidad plena.
Cuando se habla de materiales radioactivos, y cuando se menciona el uranio, es fácil terminar hablando de energía nuclear. Si bien para que estos procesos ocurran se necesita un procedimiento y procesamiento técnico que saque esa energía del material, los temores de la comunidad son reales, y no será fácil convencer a los pobladores de esa región acerca de que estamos ante un lugar totalmente inofensivo. Si cualquiera de nosotros tuviese cerca una bodega como esta, con seguridad estaríamos buscando respuestas y soluciones.
Los voceros de la empresa canadiense con los que habló LA PATRIA aseguran que tienen todo bajo control y que no existe riesgo alguno para el medioambiente, ni para la salud de las personas. No obstante, hemos visto casos en los que estas afirmaciones se convierten, con el tiempo, en simples formas de evitar que las comunidades se atraviesen ante un proyecto de explotación futuro, cuando en realidad más adelante podrían verse los efectos adversos. Es una situación delicada que debería ser muy bien explicada o solucionada lo más pronto posible.
Es un hecho que la explotación de hidrocarburos, con la aparición y fortalecimiento de energías alternativas, será cada vez menor en las próximas décadas, y probablemente materiales como el uranio tengan un mejor futuro económico más adelante, pero mientras eso ocurre y este lugar del oriente de Caldas toma ese rumbo en su vocación productiva, sería conveniente que los materiales contenidos en esta bodega sean trasladados a un lugar que deje tranquila a la comunidad. Si bien las acciones legales entabladas por líderes de Berlín no han dado resultados, la buena voluntad de la empresa sí podría permitir que los temores se disipen.

Probablemente la gente de San Juan entienda que ha convivido con el uranio toda la vida, y que en su estado natural es inofensivo, pero lo que genera inquietudes son las instalaciones y los núcleos mineralizados de ese material que están en la bodega. Llevarlos a la Litoteca Nacional, como se ha sugerido, sería la mejor forma de buscar una solución, ya que la curiosidad de niños y jóvenes, por ejemplo, podrían llevar a que lo que no es potencialmente peligroso sí lo sea.