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Hay polémica, de nuevo, por la ampliación de horarios en Manizales a los establecimientos nocturnos, que ahora pueden atender público hasta las 3:00 a.m., media hora más de lo que estaba autorizado hasta el momento. El alcalde, Octavio Cardona, tomó la determinación ante el pedido que le hicieron varios comerciantes y por los buenos resultados que arrojan las cifras de seguridad en la ciudad, según dijo. En principio, la intención no es mala, porque además esa ampliación ayuda al empleo y a la dinámica económica, pero las consecuencias para los ciudadanos que se sienten afectados no pueden ser ignoradas.

Vecinos de los sectores en los que funcionan discotecas y bares que ya tienen permiso para permanecer abiertos hasta las 3:00 a.m. han manifestado, con toda razón, que se perjudican por la música a alto volumen y por la bulla de la gente que sale de esos negocios a la madrugada. En este caso se podría estar privilegiando el derecho de unos pocos frente al derecho que tienen los residentes de esos sectores a descansar y disfrutar de la tranquilidad al dormir. Es loable pensar en premiar a los establecimientos, supuestamente porque hoy se comportan mejor que en el pasado, pero dicho premio no puede terminar castigando a ciudadanos que no perturban la tranquilidad de nadie.

El problema real en este caso no son los horarios, sino que al estar estos negocios en zonas mixtas según el ordenamiento territorial de la ciudad, las exigencias de insonorización deberían ser verticales, plenas, como lo exigen las normas, sin dar espacio a que los decibeles autorizados se excedan, como ocurre en sectores como El Cable, Milán, Chipre y La Enea, entre otros. Si se cumpliera cabalmente con los parámetros establecidos no habría lugar a que una ampliación de horario signifique que los residentes de esos sectores se sientan perjudicados.

Ahora bien, otro asunto fundamental es el control a la salida de esos negocios, porque es real que algunas personas pasadas de copas, eufóricas o agresivas, generan algarabía que perturba la tranquilidad de los vecinos. En esto, debe haber conciencia ciudadana acerca de los derechos de otras personas que pueden ser vulnerados con conductas reprochables a altas horas de la noche y la madrugada.

El problema de la ampliación de horario, en estos casos, es que quienes tienen que laborar o estudiar terminan desvelados y con ira razonable. Si bien la Corte Constitucional aclaró que no se puede restringir el consumo de licor en espacios públicos, el control policial sí puede ser útil para mantener el orden y evitar riñas y algarabía, haciendo el correspondiente traslado al Centro de Protección de las Américas de manera inmediata.

Como sociedad nos falta todavía mucho en cultura ciudadana, que signifique respeto por los demás en todos los espacios. Lo ideal es que toda persona tenga la libertad de ejercer sus aficiones y gustos libremente, pero cuidando de no atentar contra los derechos de quien piense distinto. En otras latitudes del planeta hay establecimientos abiertos las 24 horas, negocios que amanecen brindando entretenimiento, lugares insonorizados de rumba que funcionan sin restricciones. Todo eso es posible aplicarlo aquí, pero sin olvidar que el interés general debe primar sobre el interés particular.

Si se empiezan a deteriorar los índices de seguridad habrá que reversar la medida, pero también deberían tenerse en cuenta variables como que los vecinos de bares y discotecas disfruten de un sueño tranquilo y sin alteraciones. Está bien premiar, pero también hay que ser más exigentes, si queremos ganar disciplina social y crecer como sociedad en el respeto de los derechos de los demás y en conciencia del deber de actuar responsablemente.