Fecha Publicación - Hora

Entre los grandes avances de la humanidad se encuentran las vacunas. Su descubrimiento y desarrollo científico logró contrarrestar uno de los grandes males del planeta en varias épocas y que llevó a pestes y cobró millones de muertes. En materia de salud pública, la masificación de su uso también logró uno de los mayores éxitos equitativos para la ciudadanía, pues toda persona puede acceder a este mecanismo de prevención en países como el nuestro. No obstante, en este mundo de la hiperinformación, en donde resulta tanto crédulo para las insensateces, crecen los grupos antivacunas o se extienden mitos sobre el uso de estos sistemas.
En Colombia el episodio que se presentó hace cinco años en Carmen de Bolívar con estudiantes que presentaron problemas de salud, que atribuyeron algunos en su momento a la dosis aplicada contra el virus del papiloma humano (VPH), ha causado estragos en la cobertura. Las inquietudes generadas llevaron a que los colegios no participaran más en los planes de suministro de esta vacuna como se venía haciendo y a que muchos padres de familias se abstuvieran de llevar a sus hijas a recibir las vacunas necesarias contra una cepa de las que produce el cáncer de cuello uterino, que se cuenta entre las principales causas de muerte en nuestro país, y más en la región del Eje Cafetero.
Solo en el 2018, fallecieron en nuestro país mil 775 mujeres a causa del cáncer de cuello uterino. Esta cifra equivale al 46 por ciento de la población diagnosticada con esta enfermedad, que la produce el VPH. De acuerdo con un estudio realizado por las universidades de Antioquia, Católica de Manizales y de Caldas, presentado esta semana en nuestra ciudad, demostró cómo se ha reducido la aplicación de esta vacuna. Según los resultados, que son del 2016, en ese momento solo el 20 por ciento de las niñas en edad de ser beneficiadas tenían una dosis y apenas el 10 por ciento había completado el esquema de vacunación. En Manizales, las cifras son un poco mejores, pero insuficientes, se vacunó el 30 por ciento.
De acuerdo con expertos que participaron en el estudio, este revés en la implementación de la vacuna ocasionará seguramente que se presenten muertes que pueden ser prevenibles, lo que es una regresión en el sistema de salud pública. Por ejemplo, llama la atención de que se haya sacado de los colegios el programa de masificación, pues es claramente mucho más efectivo el plan cuando se vacuna a toda la población estudiantil entre los 9 y los 14 años, que cuando se deja a la decisión de los padres que lleven a sus hijas al centro de salud o a la EPS para que se aplique el plan. La información extendida y sin contexto de lo que sucedió en Carmen de Bolívar hace cinco años llevó a esta situación en la que nos encontramos, la cual plantea este dilema a muchos padres, que siguen temiendo que se aplique la vacuna a sus hijas por temor a lo que pueda suceder.

Es evidente que falta también mejor difusión sobre las bondades del esquema. Lo grave es que a este tipo de situaciones se suman los movimientos antivacunas en el mundo, que pueden terminar por volver a un punto que la humanidad había superado. Por este motivo, consideramos que el Estado debe tomarse en serio a estos predicadores del oscurantismo y generar programas de difusión y de masificación de la necesidad de acoger los planes de vacunación. Como si fuera poco, que países como Venezuela no estén cumpliendo con los planes trazados por la Organización Mundial de la Salud pone en riesgo a la población del continente frente a muchas enfermedades que reaparecen. Así que con más razón debe extenderse el programa de vacunación a todo tipo de personas que estén en nuestro país, así sea en tránsito.