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La captura de Dairo Antonio Úsuga David, alias Otoniel, es un gran golpe en la lucha contra los carteles de la droga, específicamente al llamado Clan del Golfo que comandaba. El operativo coincidió con la reciente visita a Colombia del jefe del Departamento de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken, quien reafirmó que seguirá trabajando de la mano de nuestro país en la lucha contra el narcotráfico, además de aceptar que su país tiene que hacer un trabajo más decidido para controlar el consumo.
Se sabe que el capo estaba solo en un cambuche en medio de las montañas, en la vereda Pita, en Turbo (Antioquia), donde se escondía tras ser abandonado por sus dos hombres de confianza (alias Machi y Chiva). Para su detención se movilizaron 800 miembros del Ejército, la Fuerza Aérea y la Policía, con el apoyo del Servicio Secreto de Inteligencia (MI6) del Reino Unido y la CIA e ICE de Estados Unidos. Los seguimientos de las dos últimas semanas fueron fundamentales para hallar el lugar en que fue capturado. Se anunció que se pagará la recompensa de 5 millones de dólares que ofreció el país norteamericano por su cabeza.
Debido a su innegable importancia como criminal, está previsto que Otoniel sea extraditado en las próximas horas hacia el país norteamericano, donde afrontará procesos que lo comprometen con el desembarque de al menos 73 toneladas métricas de cocaína entre 2003 y 2014. Sin embargo, como ocurre siempre con estas acciones, ya se anuncia que el más buscado ahora es Jobanis de Jesús Ávila Villadiego, alias Chiquito Malo, quien sería su reemplazo en el Clan de Golfo. No obstante, es previsible que en el interior de la banda criminal surjan sangrientas disputas internas por el poder. El presidente Iván Duque, en medio de su emoción por el golpe, comparó a Otoniel con el mítico Pablo Escobar, quien prefirió morir en el techo de una casa en Medellín a ser extraditado a los Estados Unidos. Hoy se sabe que desde hace unos 8 meses el jefe del Clan del Golfo buscaba hacer contacto con la justicia estadounidense para proponer una posible entrega y posterior arreglo, pero no pudo hacerlo.
Las Fuerzas Militares venían dándole golpes significativos a la estructura de Otoniel, con la captura y baja de destacados líderes que le seguían en mando, entre ellos varios familiares suyos. De hecho, al capo no le quedó más remedio que salir del Nudo de Paramillo, donde se movía con gran tranquilidad hacia el Urabá antioqueño. Lo que sorprende a muchos es que un hombre tan poderoso, dueño de un negocio de tantos miles de millones de dólares, termine solo en un cambuche, donde fue capturado sin oponer resistencia.
En algunos sectores colombianos hay desazón alrededor de que Otoniel no pague primero por sus crímenes en Colombia, donde sería responsable de asesinatos de policías, extorsiones, reclutamiento y violaciones de niños y un sinnúmero de delitos. Cientos de víctimas tendrán que esperar para verlo castigado por esos hechos. El capo tiene, de hecho, 128 órdenes de captura en Colombia, que quedarán aplazadas.

Ante la triste realidad del narcotráfico en Colombia, la única certeza es que para darle el golpe de gracia que se necesita aún es necesario el cambio de la política antidrogas que durante los últimos 50 años arroja exiguos resultados.