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En el 2020 se elevó de manera considerable en Caldas el nacimiento de niños con bajo peso, es decir, por debajo de los 2.500 gramos. Es un asunto para preocuparse, porque los afectados fueron 318 bebés, 76 más que en el 2019. Lo más delicado es que al observar los registros desde el 2015 todas las cifras son inferiores, lo que evidencia una afectación mayor el año pasado, cuyas causas están aún por verificarse y confirmarse.
La zona norte del departamento es la más perjudicada en este sentido, sobre todo el municipio de Marulanda. Sin embargo, en el oriente y en el centrosur esta problemática no es menos compleja, especialmente en los municipios de Samaná y Manizales. Lo cierto es que estos niños llegan al mundo con desventajas, sobre todo en materia de salud física y desarrollo cognitivo.
De hecho, según la Organización Mundial para la Salud (OMS), es un problema de salud pública que afecta del 15% al 20% de los recién nacidos. Esa condición incrementa 14 veces los riesgos de muerte neonatal y quienes sobreviven sufren atrasos en el crecimiento durante toda la infancia, y en la edad adulta pueden desarrollar enfermedades crónicas como diabetes mellitus, hipertensión y problemas cardiovasculares. Entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) una meta fundamental es evitar cada vez más nacimientos en estas condiciones.
Un informe de LA PATRIA, publicado el domingo, da cuenta de casos puntuales en Caldas que constituyen enormes retos para su padres y demás familiares, pero también para la sociedad en su conjunto. Un solo niño que nazca con estos riesgos necesita la mayor atención de todos, porque su vida estará en riesgo en distintas circunstancias. El crecimiento de los indicadores de pobreza monetaria y extrema, debido a la pandemia de covid-19, hace temer que los resultados de este año también sean preocupantes. Habrá que esperar los registros.
Otras razones pudieron incidir en lo que está ocurriendo, como que durante la cuarentena estricta del año pasado muchas mujeres gestantes interrumpieron los seguimientos de crecimiento y desarrollo, y cuando retomaron los programas ya era tarde. El desafío no es de poca monta, y hay que enfocarse con mayor determinación en remediar el problema. Un propósito claro de la OMS es el descenso de al menos el 30% en los registros antes del 2025. Así las cosas, deberíamos aspirar a menos de 200 casos de bajo peso al año.

Se requiere un mayor compromiso del Estado para impulsar estrategias efectivas, en las que los comportamientos y rutinas alimenticias de sus madres son fundamentales. Una vez fuera del vientre es clave, así mismo, que las mamás aporten por un buen tiempo la alimentación exclusiva de leche materna. Una adecuada educación sexual también es vital, ya que gran parte de estos casos corresponden a madres adolescentes, generalmente de bajos recursos. En la medida en que esta lucha se dé en forma exitosa podremos avanzar hacia una sociedad más saludable.