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Para Colombia, la emergencia del coronavirus apenas está comenzando. Ya China y los demás países asiáticos empiezan a salir de la etapa más crítica, y sin ceder en los controles se concentran en tratar de regresar a la normalidad, que todavía está a meses de distancia. Por eso ya hay decisiones acerca de la necesidad de aplazar los Juegos Olímpicos de verano que estaban previstos para mediados del año en Japón, y serán ahora en el 2021. En Europa, España e Italia, principalmente, pasan por momentos críticos, pero la esperanza es que en pocas semanas el brote comience a ceder en su agresividad. Estados Unidos es ahora el epicentro de la pandemia.
Esas duras experiencias le han servido a países como Colombia para adoptar posturas más radicales de contención esperando que con ello se mitigue el impacto de la presencia del virus entre nosotros, y que en pocas semanas haya pasado el peligro mayor y el país pueda empezar a transitar hacia la normalidad. En tan poco tiempo el conocimiento logrado sobre el virus y sus características es limitado, y apenas ahora salen algunos resultados científicos preliminares que dan pistas acerca del comportamiento de este agente contagioso que, llega de manera imperceptible, y que una vez se activa en el
organismo de las personas puede matar con facilidad a adultos mayores y personas con algunas patologías preexistentes.
Ante la ausencia de vacuna, la cual podría tardar más de un año en concretarse para ser distribuida de manera masiva, la fórmula más efectiva para evitar la expansión de la enfermedad es el aislamiento permanente. Experiencias como las de Corea del Sur y Alemania también enseñan que la práctica de muchas pruebas en búsqueda de personas contaminadas ofrece grandes beneficios en contención de la expansión. Ahora bien, en Colombia hemos actuado, aparentemente, a tiempo en las medidas de aislamiento, pero estamos muy retrasados en la detección temprana de los portadores del virus. Hasta el aparato de pruebas está averiado.
Las determinaciones restrictivas para el movimiento de la población nos han llevado como sociedad a tener que ensayar nuevas formas de hacer las cosas, en las que el uso de las nuevas tecnologías se ha convertido en vital. El teletrabajo, por ejemplo, del que se hablaba mucho pero se aplicaba poco, ha sido por estos días el modelo ideal en muchas empresas que se mantienen dinámicas y con posibilidades de crecimiento y expansión en medio de la crisis. Igual ocurre con los métodos virtuales de la educación, en los que se han logrado avances, pero no lo óptimos.
Sin duda, el mundo será distinto después de este coronavirus, teniendo en cuenta que las conductas de higiene y salubridad del momento tendrán que mantenerse, ya que el Covid-19 seguirá circulando por el mundo aún después de superada la actual emergencia. Incluso con vacuna y protocolos de tratamiento, y aún con protección especial para los más vulnerables,
lo pertinente será la precaución como lo somos ahora frente a la influenza y otras enfermedades contagiosas que siguen causando muertes en el mundo.
Habrá transformaciones sociales importantes, igual que en la economía y la cultura, y hasta en la política. Aprendizajes que tendrán aplicación en una nueva cotidianidad que apenas empezamos a construir. Las nuevas evidencias científicas irán esculpiendo un panorama más preciso de lo que tendrá que empezar a cambiar. 

Hemos ido entendiendo, por ejemplo, que no estamos en una película de ciencia ficción (así tenga todos los ingredientes para serlo), que esta es la nueva realidad que nos plantea el Siglo XXI, en la que debemos estar preparados para eventos disruptivos y reaccionar de la manera adecuada. Por ello, en países como Colombia, es urgente avanzar con rapidez en desarrollar habilidades y competencias para enfrentar con éxito los nuevos desafíos. No hay que esperar a que pase la emergencia, es necesario empezar ya este proceso de preparar a la gente, con criterios de equidad, de cara a los cambios que vienen.