Lo mejor que debe pasar hoy con Cataluña es que su líder, Carles Puigdemont, eche atrás su proyecto secesionista y busque un escenario de diálogo con el jefe del Gobierno Español, Mariano Rajoy, para no solo superar la crisis actual en esa región del sureste de la península Ibérica, sino encontrar los caminos para fortalecer la unión y al mismo tiempo mantener la autonomía. Después del trayecto caminado desde el pasado 1 de octubre, cuando se desarrolló un plebiscito ilegal que dio pie a la posibilidad de la declaratoria de independencia, será complicado para la Generalitat catalana hacer un pare de reflexión, pero deberá hacerlo.
La presión de los partidos independentistas es fuerte, mientras que Rajoy anunció que hoy el Consejo de Ministros podría aplicar el artículo 155 de la Constitución española, que permite suspender la autonomía catalana y tomar el control de la región. Cualquier dirección que se tome tiene riesgos, pero la peor decisión sería irse contra la corriente de todo el mundo, que critica una posible independencia, con pésimos efectos para Cataluña, y la generación de una gran desestabilización en España. Lo mejor para todos es que se llame a elecciones generales, con las que se le entregue realidad política a la coyuntura.
Es peligroso el juego de fuerzas para ver si se dialoga primero o después, y los grandes perdedores serán los catalanes que persistan en el capricho. El camino sensato es decidirse a mantenerse en España y luego buscar que sus aspiraciones tengan un grado de desarrollo que resulte pertinente, como lo lograron hace un tiempo los vascos. Debe comprenderse que su ejemplo es una mala idea que podrían seguir otras regiones en diversos países de Europa, o incluso en otros continentes, esgrimiendo argumentos nacionalistas que solo aumentan las tensiones políticas y llevan a peligrosas posiciones radicales.
Toda Europa está en vilo por Cataluña, e incluso fuera de allí, porque la concreción de semejante rebeldía daría un fuerte golpe a los sistemas democráticos en el mundo. La autenticidad de los resultados del plebiscito ilegal está cuestionada, y sobre esa base una decisión precipitada es un gran error. Los presupuestos volverían a ser manejados desde Madrid plenamente, y el ambiente enrarecido por las tensiones llevaría a que las empresas que tienen inversiones allí decidan marcharse definitivamente, poniendo en graves aprietos a una región que ha sido ejemplo de prosperidad para todo el mundo. Ya 1.300 empresas se fueron hacia otras regiones desde el comienzo de la crisis. La independencia sería un muy desacertado destino.
Los líderes de la Unión Europea han dado un apoyo total a Rajoy, y en la cumbre que se realizó hasta ayer en Bruselas (Bélgica) surgió un claro mensaje de unidad que tiene alusión directa al caso catalán, así no se mencionara de manera expresa. Así, está claro que nadie reconocería la independencia de Cataluña, lo que significaría una autoexclusión que solo traería malas noticias. Es un momento determinante, y mientras los catalanes deben dar un paso atrás, la actuación de la fuerza pública española no puede volver a las agresiones del 1 de octubre que acolitó Rajoy, y que tantas críticas justificadas levantaron.
Hoy será un nuevo día de tensiones en esta región española, pero confiamos en que las diferencias sean superadas de manera inteligente. Que ni al Gobierno Español se le vaya la mano en la toma de control de Cataluña, ni que los catalanes se vayan al extremo de provocar una reacción más fuerte desde Madrid. Ojalá que encuentren el escenario de diálogo que se requiere para superar esta confrontación con remedios efectivos. Los problemas políticos requieren soluciones políticas.
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