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Una buena comunicación, coherente y clara, es fundamental cuando se hace frente a emergencias, para que la sociedad comparta un mismo norte y pueda blindarse frente a las amenazas. Infortunadamente, estamos viendo en Colombia que hay un claro desajuste entre los criterios que se fijan en la Casa de Nariño y los que se aplican en las distintas regiones del país, pese a que el pasado fin de semana se tuvo una reunión entre el presidente Iván Duque, los gobernadores y los alcaldes de ciudades capitales, donde el tema fue exclusivamente cómo hacer frente al coronavirus.
Lo contenido en el decreto emitido el pasado miércoles por el Ejecutivo nacional, acerca de las competencias que predominan en materia del manejo del orden público en cabeza del presidente, hubiera sido innecesario, seguramente, si en esa reunión se hubiera dado total claridad acerca de que las regiones solo podrían aplicar lo ordenado desde Bogotá, pero de acuerdo con lo ocurrido se entendió, con gran lógica, que la realidad propia de cada región podría llevar a medidas que se consideraran útiles para construir un fuerte cerco de contención del contagio. Hoy, pese a que en casos como el de Manizales, el alcalde Carlos Mario Marín se mantuvo en la ejecución de sus medidas, hay confusión acerca de las directrices a seguir; un problema de liderazgo en el que el Gobierno ha fallado.
Ahora bien, frente a las decisiones que de todos modos se están aplicando, hay varios vacíos y pendientes que ameritan reflexión y ajustes, para mitigar sus efectos negativos. El hecho de que en Manizales se considere un toque de queda de 24 horas para personas mayores de 60 años (y no de 70, como lo establece el Gobierno Nacional), deja una franja amplia de personas que son activas laboralmente, y de quienes depende en muchos casos el ingreso diario de subsistencia a los hogares, sin opciones de acceder a recursos en un momento bastante complicado.
Adicionalmente, los niños de familias con bajos recursos económicos, que asisten habitualmente a escuelas porque allí tienen acceso al Programa de Alimentación Escolar (PAE), hoy no solo están encerrados debido al toque de queda de 24 horas (lo cual respaldamos), sino que no están recibiendo los alimentos. Eso termina siendo un efecto perverso de las medidas para enfrentar la crisis, al cual hay que buscar la manera de mitigar para que el remedio no sea peor que la enfermedad. Así mismo, las personas de la tercera edad que son atendidas en centros especiales en los que reciben alimentación, atención médica y psicosocial, entre otros, quedan en cierto limbo que no debe descuidarse. De otro lado, saludamos decisiones de los bancos que alivian los bolsillos de los clientes, pero lo mejor sería unificar en la posibilidad de periodos de gracia para capital e intereses de los créditos, por ejemplo.

Como miembros de una sociedad que se enfrenta a una emergencia global, de la que día a día surgen preocupaciones pero también aprendizajes para aplicar, si se quieren mitigar los efectos del Covid-19, debemos actuar de manera responsable, y pese a los desacuerdos e incoherencias en las que puedan caer los gobernantes, entender las exigencias mínimas con el fin de superar con éxito la actual coyuntura. La responsabilidad social con nosotros mismos y con nuestros seres queridos está en juego, y los principios a aplicar son básicos: proteger de manera especial a los mayores, evitando llevarles el contagio; mantener aislados a los niños (los más eficientes transmisores de la enfermedad); evitar aglomeraciones de personas. Igual ocurre con incentivar el teletrabajo y seguir con disciplina las conductas pertinentes de contacto social e higiene, las cuales van desde saludar de lejos hasta lavarse permanentemente las manos. Eso es todo, no deberían necesitarse normas coercitivas para que todo eso funcione.