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Cuando llega la Navidad el ambiente se contagia de diversas clases de expresiones con las que se quiere terminar de manera alegre y festiva el año. Como parte de la tradición la pólvora ha ocupado un lugar en nuestra cultura, pero los artefactos elaborados con esta sustancia se convierten, a menudo, en vehículos de tristezas, en lugar de ser formas de llevar alegría a los hogares. Sus luces terminan siendo engañosas, ya que la pólvora en manos inexpertas se convierte en sufrimiento, más cuando quienes la manipulan son menores de edad. Aunque algunos productos elaborados con pólvora parecen inofensivos, la realidad es que toda pólvora es peligrosa, y hay suficientes evidencias de casos en los que niños han terminado gravemente quemados con elementos de pólvora que parecían fácil de controlar por cualquier persona. Algunos adultos, infortunadamente, a veces insisten en que siempre han jugado con ella y nunca les ha pasado nada, pero esa actitud lleva a que cada año se reporten niños con graves quemaduras, quienes de esa manera dañan para siempre sus vidas. La irresponsabilidad de los mayores, en ocasiones numerosas, se convierte en la desgracia de los más pequeños.
Se han hecho muchos esfuerzos para romper el círculo vicioso del manejo inadecuado de estos detonantes, pero no han sido suficientes para erradicar esas prácticas de nuestra realidad por estas épocas. Aunque haya prohibiciones y operativos de las autoridades para controlar la elaboración, transporte y comercialización de estos elementos, la realidad es que se siguen fabricando y vendiendo en grandes cantidades durante esta época. Eso se convierte, infortunadamente, en estadísticas de quemados cada año: 40 en el 2018, en el 2019, 51; y 45 en el 2020. La meta este año es no tener que lamentar ningún caso de quemaduras con pólvora.
Hoy, en nuestro medio, tenemos ejemplos vivos acerca de las malas consecuencias de usar la pólvora. Personas que siendo niños perdieron manos o dedos, que se quemaron el rostro y que hasta perdieron la visión. Pese a ello, se sigue pensando que la pólvora es para generar alegría, mejorar la fiesta y mostrarles a los demás que la pasamos bien. No obstante, esa es una narrativa equivocada que es necesario modificar para que, realmente, esta época de fiestas sea de felicidad. Tenemos que lograr que nuestros niños digan no a la pólvora, así algún conocido esté dispuesto a dársela como si fuera un buen regalo.

Es verdad que hace unas décadas el problema era peor, y los quemados eran más numerosos, lo que evidencia que las campañas de prevención sí han servido, pero aún son insuficientes, ya que un solo caso de un niño quemado significa que estamos fallando, y nos obliga a seguir trabajando con el propósito de llegar a cero quemados con pólvora. Debemos entender que el problema es la manipulación que se hace de ella. Si eso se lo dejamos a profesionales que nos brindan el placer de los juegos pirotécnicos, como cada año en la Feria de Manizales, no hay problema. El lío es creer que no pasará nada, y mantener la costumbre malsana de quemar pólvora en estas épocas.