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Hace 10 años, luego de que un derrumbe de tierra dejó por fuera de servicio la planta de tratamiento Luis Prieto Gómez, Manizales vivió dos semanas y media de desconcierto, al quedarse sin agua potable, lo que nos hizo retroceder varias décadas y de paso vivir una gran vergüenza ante todo el país. La falta de previsión de quienes no habían considerado un plan de contingencia ante la eventualidad de una falla en la única planta de tratamiento de agua que estaba funcionando, nos condujo a quedarnos sin una gota de agua.

Todos los manizaleños, sin excepción, tuvimos que salir a las calles a buscar los carrotanques repartidores del líquido que eran enviados desde diversos lugares de la geografía colombiana, para apoyar a los desesperados habitantes de esta ciudad en sus más urgentes necesidades. El problema que, según el alcalde de la época, Juan Manuel Llano, se solucionaría en pocos días se extendió por semanas, lo que generó la ira de miles de manizaleños que se hicieron sentir con toda clase de protestas y exigencias a las autoridades de la ciudad para no volver a caer tan bajo.

No hay duda acerca de las causas naturales, relacionadas con un crudo fenómeno de La Niña, que saturó de aguas lluvias los terrenos y ocasionó numerosos deslizamientos de capa vegetal en muchos puntos de la región. Esa es una situación a la que somos vulnerables, evidentemente, y que condujeron a la emergencia, pero precisamente porque desde hace décadas sabemos de los riesgos, es que quienes tenían la responsabilidad del manejo del acueducto tenían que haber planeado una capacidad de reacción que evitara lo que finalmente ocurrió. Aunque la justicia no logró responsabilizar a nadie de esos aciagos hechos, lo claro para todos es que pudo evitarse.

Lo más importante, sin embargo, es que después del infortunio y con la ayuda del Gobierno Nacional, fue posible ejecutar el llamado Plan Blindaje, con el que se logró conectar la planta Luis Prieto con la de Niza, y así garantizar que si una falla la otra puede suplir las necesidades de consumo de agua potable en la ciudad. Hasta el momento toda esta infraestructura funciona de la manera adecuada y hoy los manizaleños tenemos la tranquilidad de que no volveremos a repetir ese episodio tan oscuro de nuestra historia. Estamos obligados a seguir tomando medidas preventivas, cada vez más sólidas, para que en el futuro tengamos agua potable sin interrupción.

Como no hay mal que por bien no venga, esa emergencia nos enseñó a todos el valor del agua que consumimos y, por ello una buena parte de los habitantes de esta ciudad aprendimos acerca de mejores prácticas con respecto al uso de ese insumo de vida. Nos falta aún tener una mayor consciencia ambiental y compromiso con la protección del recurso hídrico, como los nacimientos que tanto sirvieron durante la emergencia, pero lo ocurrido hace una década nos enseñó que tenemos que ser más precavidos. Ahora que se empezará a construir la PTAR de Los Cámbulos, con el propósito de limpiar las aguas contaminadas del río Chinchiná surge una nueva oportunidad para reflexionar acerca del valor del agua, y cómo cuidarla.