El rey ha muerto a sus 82 años dejando no solo el trono sino un legado de esfuerzo y perseverancia impresionante. Nos ha dejado más que jugadas memorables en una cancha, ha dejado amor por la profesión, música, familia y un carisma benévolo que lo hacen distinto, más completo que los mágicos argentinos de zurdas prodigiosas. 
El rey ha muerto y Brasil está de luto junto al mundo del futbol porque en esta ocasión se ha ido un ejemplo dentro y fuera de la cancha; genio con el balón y también ícono social, con una potencia física envidiable y una fuerza de carácter que le llevó a convertirse en modelo para miles de niños que lo vieron jugar y para todos aquellos deportistas que vinieron después de él. 
Desde inicios sencillos tras pasar a jugar con pelotas de trapo y hacer trabajos informales para ayudar al sostenimiento de su familia, llegó a convertirse en referente mundial por el don que siempre declaró: ‘me fue dado del cielo’. La perla negra es uno de los ejemplos más grandes de superación personal, porque fue capaz de cambiar la realidad social sin morir en el intento; negro, pobre, delgado y expuesto a la máxima competencia futbolística, confió siempre en sus condiciones para alcanzar el éxito y no se detuvo hasta conseguirlo.
Su majestuosa sonrisa adorna el retrato de un atleta que persiguió desde niño los sueños de ser campeón del mundo y por eso quienes no lo vimos jugar debemos conocer algo de un personaje que marcó positivamente la historia de la humanidad. Digo esto porque el futbol tiene todo que ver con la vida, de hecho, podríamos pensar en ella como si nos estuviéramos jugando un torneo en el que es importante ser fiel a una estrategia, dar oídos a las disposiciones técnicas, correr, luchar, presionar al rival y anotar para alcanzar la gloria como tantas veces lo hizo Edson Arantes. 
Debutó con la selección Brasil a los 16 años y de 17 fue campeón del mundo por primera vez, pero más allá de eso, fue un jugador motivado por lograr lo que su padre no pudo, y en ello, la lucha y la ardentía le hicieron destacar sobre los demás porque fue un caso en el que a la vocación se le agregó trabajo duro. Más de mil goles y un número elevado de títulos individuales y colectivos en sus clubes y selección, son aportes estadísticos a tener en cuenta, no obstante, su calidad es asunto que debe revisarse con cuidado porque lo hace ocupar el trono en el olimpo, la inteligencia en el pase, la velocidad en el regate, el uso de todas sus extremidades, su habilidad para reemplazar al portero y el salto para definir de cabeza, le hicieron eterno. 
Pelé ganó en la cancha y fuera de ella, ganó con el balón en los pies y sin él, esa es su grandeza porque después de retirado cosechó innumerables reconocimientos, modernizó el futbol, lo hizo atractivo y global, fue el dueño de patentes de algunas jugadas vistosas que hoy emulan los profesionales en diferentes ligas. El rey ha muerto y su herencia no desfallece por errores personales que después de todo, solo encumbran su maestría como embajador del país amazónico, como el atleta capaz de revertir la historia y como un profesional capaz de sobrevivir a la corrupción de la fama y el poder. 
Que en paz descanse el diez del futbol, que todos sepan que fue el único en lograr la expulsión de un árbitro en un partido y que continúe su juego en el cine del cielo.