La costumbre de tomar un primer pulso a la gestión de un presidente al cabo de los primeros cien días de su gobierno viene de la década de 1930. Fue Franklin Delano Roosevelt –FDR, en Estados Unidos, al inicio de su mandato en 1933, quien por propio iniciativa estableció este término como plazo para que las más urgentes reformas fueran hechas. En este período fueron aprobadas 15 leyes de trascendencia en el sector financiero, empleo, subsidios y gasto público, bases del New Deal (Pacto Nuevo). La Gran Depresión de 1929, que se prolongó en el inicio de los años treinta, fue la que marcó la urgencia de las reformas de Roosvelt. De ahí en adelante opinión, medios y políticos, siguieron utilizando este plazo para hacer un primer balance de los gobiernos entrantes y para prever cuáles serían sus derroteros futuros.
Siguiendo esta costumbre, desde la semana pasada se comenzó a hacer el balance de los primeros cien días de Petro, sabiendo que estamos ante un presidente particular tanto por el proceso histórico que lo llevó al poder, como por las expectativas, anhelos y temores que él y su fuerza política inspiran.
Es la economía es donde más movimientos se han dado: en primer lugar por la aprobación de la reforma tributaria, la que sin duda tiene un signo de progresividad y por primera vez en mucho tiempo se puede decir que cuenta con una legitimidad mayoritaria. Aunque sin duda, deja insatisfechos, principalmente en sectores empresariales y personas con alto patrimonio y rentas. Esto es ineludible. El tema de explotación de petróleo, gas y carbón ha sido muy polémico, pues el presidente Petro desde campaña hizo anuncios sobre restricciones a esta industria, lo que permitió que su ministra de Minas, Irene Vélez, diera declaraciones tremendamente erráticas y contraproducentes, las que trajeron temor y más incertidumbre a muchos agentes económicos. La ministra ha demostrado no tener preparación para el cargo que ocupa. En sentido contrario, ha sido el ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, quien ha traído tranquilidad al desmentir a la ministra Vélez y quien ha llevado estabilidad al gobierno. Que Petro le siga haciendo caso a Ocampo es la mejor garantía en este momento para la economía nacional y las finanzas públicas.
La economía está atada intrínsecamente a la política ambiental, la que comenzó errática poniendo los reflectores básicamente en el calentamiento global, las emisiones de CO2 y la explotación de hidrocarburos. Expertos nacionales e internacionales desde hace un buen tiempo han establecido que el foco de Colombia tiene que ser la protección de bosques y selvas, más que la restricción en emisiones de CO2 y explotación de petróleo, gas y carbón. Así suene contradictorio con las urgencias ambientales, no es el tiempo de dejar atrás los hidrocarburos, especialmente teniendo en cuenta la urgencia de recursos y divisas para el Estado. Lo que parece demostrarse es que, si bien lo ambiental está en el corazón de este nuevo gobierno y su bancada, el planteamiento de política ha estado equivocado. Ojalá corrijan con efectividad.
En política lo que ha aparecido es una mezcla de gran pragmatismo y vocación por un giro ideológico hacia la izquierda. Petro sabe que si su gobierno insistiera en cambios radicales chocaría con un muro de oposición y su tiempo se perdería en una confrontación de fuerzas muy parejas. Por eso lo más probable es que nunca presente a consideración su reelección y se cuide de cambios institucionales que alteren el equilibrio de poderes. En este sentido, pareciera haber salvaguardas a la democracia liberal y el Estado de Derecho. Pero al mismo tiempo, es cotidiano que surjan propuestas de cambios tremendos con un futuro incierto, como por ejemplo una reforma a la salud que diera una patada a la mesa con todo lo construido en tres décadas. Siempre está latente un aroma estatizante que en ciertas ocasiones puede traer muchos problemas, como un viaje al pasado que no necesariamente trae cosas buenas.
En lo internacional se avizoran dos tendencias: por un lado, conservar la tradición de unas buenas relaciones con Estados Unidos, sabiendo que son el socio estratégico. Por el otro, Petro ambiciona convertirse en líder global en iniciativas de vanguardia. Si el presidente quiere avanzar en este sentido, debe calcular milimétricamente sus propuestas, pues no necesariamente pisar todos los callos al mismo tiempo es bueno. Las relaciones internacionales son el campo por excelencia de la prudencia.
En temas de paz se están dando movimientos interesantes, los primeros en una carrera que es más de fondo que de velocidad.