La muerte nunca deja de ser un fenómeno que nos desconcierta, nos duele la partida del ser querido, a pesar de convertirse la muerte en alivio. Es abrumador el vacío de la ausencia y se vuelve a vivir cuando los nexos familiares se adaptan a la nueva circunstancia. Pero la muerte significa a la vez un juicio, por el cual nosotros los cristianos pretendemos determinar un valor y una lección. En el caso de doña Pilar Villegas de Hoyos, el valor y la lección son fundamentales y es oportuno dar una explicación a la siguiente generación para que continúen la labor hecha y capitalicen estos logros y no pierdan tiempo y esfuerzos en iniciar todo desde cero.
Ella fue una pionera, una mujer consciente de unos valores sobre los cuales construyó su labor política. Cuando el presidente Alfonso López Michelsen nombró en el año 1974 a seis mujeres gobernadoras, estaba marcando un cambio y también interpretando la época, en la cual las mujeres estaban afianzando su presencia en la política: En 1954 las mujeres en Colombia votaron, recibiendo ese mismo año las cédulas de ciudadanía. De aquí pasaron a ocupar cargos de importancia, como el que ejerció Josefina Valencia de Hubach, hija del poeta de Popayán y primera mujer en manejar un ministerio, el de educación durante el gobierno de Rojas Pinilla en 1955. El paso para llegar al parlamento lo dio en 1958 Esmeralda Arboleda Cadavid, que fue la primera senadora de Colombia. Nuestra democracia ganó porque la mitad de la población participó en su estructuración.
En teoría esto estuvo muy bien, pero para esas decididas mujeres se abrió un reto, porque se carecía de referentes de cómo hacerlo en la práctica, o sea ¿en qué lugar quedaba el hogar que usualmente regentaban las mujeres? ¿Y cómo resolver armoniosamente el nuevo rol que abiertamente rivalizaba con el papel del hombre en nuestra sociedad? A estas inquietudes se suma la de cómo ejercer el mando en una sociedad necia y machista que aún hoy en día no acepta que las mujeres devenguen lo mismo que los hombres.
La gran huella que deja doña Pilar es precisamente esta: haber resuelto estos temas y haber gobernado como mujer el Departamento de Caldas en dos oportunidades. Para doña Pilar el tema de su familia siempre fue determinante y, teniendo claro este punto, muchas de sus decisiones no le causaron conflictos, y era curioso porque su esposo, don Germán Hoyos Robledo, era liberal y la apoyó siempre en todo, aceptando el rol preponderante que ejercía su esposa, incluyendo las ausencias. Para doña Pilar era importante llevar la política a su hogar, convirtiéndose en una gran anfitriona y en su casa en La Castellana se tomaron grandes decisiones que moldearon la política caldense por varias décadas en el siglo pasado. Esa actitud es de una mente práctica y muy femenina porque conciliaba dos temas supuestamente opuestos. Su gran foro fueron la sala y el comedor de su elegante casa donde se percibía un garbo saturado de don de gentes.
La personalidad de doña Pilar fue determinante para el triunfo de este nuevo rol que ejercía la mujer en la política de provincia. Hija de Aquilino Villegas y de Inés Jaramillo, había crecido en un hogar donde no sólo existía una estrecha relación entre sus afectuosos padres, sino una forma segura de ver la vida. A doña Pilar no le era difícil hacerse obedecer, porque no tenía afán de hacerse ver o sentir, su forma de ser no causaba conflictos o choques. Los temas jurídicos se los explicaban en detalle pudiendo tomar resoluciones con entereza e incurriendo, también, en errores que más fueron de forma que de estar relacionados con dejar de ser una mujer responsable ejerciendo el gobierno. Para ella como mujer el rol maternal era parte de su personalidad política, para ella servir al electorado era determinante donde el peticionario que acudía a ella en busca de la acción del estado nunca fue decepcionado. Ese modo de hacer política y, por ende, concebir el rol del Estado puede ser criticado hoy en día por los tecnócratas que buscan un anonimato, pero para la época esta forma fue parte de la presencia de la mujer en el alto gobierno, determinando cómo gobernar. Así como ella estaba pendiente de las tareas de sus cuatro hijos, doña Pilar estaba atenta a que las diferentes instituciones en los municipios también estuvieran acompañadas y asi ejecutar con facilidad los planes de gobierno trazados.
Ella es entonces un modelo exitoso que, como un faro, orienta a las mujeres caldenses que quieren construir un departamento justo y próspero y a la vez ser madres y esposas. Ella fue el cambio, un cambio que a nadie ofendió, todo lo contrario, uno que enriqueció y que marcó una época.