Los libros son el mejor obsequio. Ricardo Correa -gran amigo y columnista de este diario- me regaló hace unos meses dos ejemplares (uno en inglés y otro en español) de “Los Límites del Crecimiento”. Es un informe elaborado por un equipo de investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts liderado por los esposos Donella y Dennis Meadows y publicado en 1972 con el auspicio del Club de Roma, un centro de pensamiento con sede en Suiza.  
Decía Nicolás Gómez Dávila en uno de sus escolios: “Marx gana batallas, pero Malthus ganará la guerra”. Ciertamente, la obra de los Meadows se inspira en Thomas Malthus (1766-1834) quien, en su “Ensayo sobre el Principio de la Población”, afirmó que mientras los medios de subsistencia crecían en progresión aritmética, la población lo hacía en progresión geométrica, con lo cual, la miseria y el hambre serían el desenlace esperable. Afortunadamente, el avance de la tecnología y el aumento de la productividad desencadenados por la Revolución Industrial desactivaron la advertencia malthusiana. Sin embargo, el fantasma de ese economista inglés invocado por Gómez Dávila, no ha sido exorcizado del todo.
La Revolución Industrial puso en marcha una dinámica de crecimiento exponencial que no es sostenible. Los Meadows usaron la Dinámica de Sistemas para analizar el comportamiento en el largo plazo de variables relacionadas en un entorno complejo. Usaron grandes volúmenes de información para estimar a escala global los circuitos de retroalimentación entre cinco variables básicas: población, producción de alimentos, contaminación ambiental, industrialización y agotamiento de recursos naturales no renovables. Los seres humanos estamos habituados a pensar y actuar en un horizonte temporal de corto plazo a una escala local. Esa visión limitada es peligrosa: “Existen muchos ejemplos de personas que empeñan toda su capacidad en la resolución de un problema local inmediato, para encontrar que sus esfuerzos tienen que rendirse ante la fuerza de los acontecimientos que ocurren en un contexto más amplio” dice el informe. Las tendencias globales de largo plazo condicionan dramáticamente los esfuerzos y objetivos personales, locales y nacionales. Tras cincuenta años del informe, el largo plazo se nos está viniendo encima.
Los Meadows reformularon la advertencia malthusiana en los siguientes términos: “El modo básico de comportamiento del sistema mundial consiste en crecimiento exponencial de la población y del capital, seguido de un colapso”. Aunque el modelo computacional usado por los Meadows incluye un número muy limitado de variables y quizá subestima, como lo hizo Malthus, el papel de la tecnología, lo cierto es que hay una realidad inapelable: nuestro mundo es finito.
La tecnología podría demorar el colapso, pero sin cambios fundamentales en los patrones globales de producción, distribución, consumo y desperdicio de recursos y, sin cierta estabilización del crecimiento tanto de la población como del capital físico, tarde o temprano llegaremos a ese tenebroso escenario. Además, aunque la tecnología tiene un potencial emancipador, este no siempre es realizado en la medida en que un avance tecnológico sin cambios en valores y normas sociales puede asegurar las cadenas en lugar de soltarlas.
El informe no era entonces la única advertencia. Cinco años antes E.J. Mishan había publicado “Los Costos del Crecimiento Económico”. Allí plantea la necesidad de un desarrollo más selectivo, capaz de contrarrestar las desventajas de la acumulación. Los Meadows sugerían que la estabilización del crecimiento de la población y del capital en el nivel global no sería el fin del progreso humano: podrían florecer el arte, los deportes, la espiritualidad, la investigación científica y las relaciones entre amigos que regalan libros. Si seguimos como vamos ¿llegará la humanidad al siglo XXII?