“Infoxicación”: Se refiere al fenómeno de sobrecarga de información que enfrentamos en la era digital. Con la gran cantidad de información disponible en línea, desde redes sociales hasta sitios web, blogs, correos electrónicos y mensajes de texto, es fácil sentirse abrumado y distraído -intoxicado, si se puede- por el flujo constante de datos y notificaciones; eso sin contar con la avalancha de noticias que se producen a diario y que logran captarse por diferentes medios de comunicación que también las embuten repetidamente en informativos web, de televisión, podcast, etc.
Este problema creciente de saturación de información en la sociedad moderna obedece a la normalización de estar constantemente bombardeados por noticias y datos de todo tipo y calidad. Tan socialmente aceptada es la “infoxicación” que termina por ser prima de la adicción al trabajo e hiperproductividad. Es claro que la sobrecarga de información puede tener consecuencias negativas para nuestra salud mental y emocional, así como para nuestra productividad y eficiencia en el trabajo o en la vida diaria.
No es sorpresa que entre los síntomas comunes de la infoxicación estén la ansiedad, el estrés, la fatiga mental, la falta de concentración, la irritabilidad y la depresión, si es que no se tiene un constante conflicto con el mundo, presagiando problemas y creando catástrofes mentales con relativa normalidad. El pesimismo generalizado es, quizás, su mayor evidencia. 
Esto se debe a que nuestro cerebro no está diseñado para procesar grandes cantidades de información en un corto período de tiempo, lo que puede llevar a una sobrecarga cognitiva y a perder la cabeza, así como ya la perdieron nuestros gobernantes.
Además, la infoxicación también puede tener un impacto perverso en nuestra capacidad para tomar decisiones informadas. Con tantos datos disponibles, es fácil caer en la trampa de la desinformación y las noticias falsas, lo que puede llevar a decisiones menos informadas que en muchos casos se consuman en elegir gobiernos desastrosos y más grandes o extravagantes, pero expertos, eso sí, en inundar con contenidos prefabricados las redes sociales para mantener su retórica.  
Para evitar un caso moderado o grave de infoxicación, es importante establecer límites claros y prácticos en nuestra vida digital y aprender que la desconexión es sana. Algunas formas de hacerlo incluyen reducir el tiempo las redes sociales, limitar la cantidad de correos electrónicos que revisamos diariamente -así tengamos la tentación de querer resolverlo todo inmediatamente-, y elegir fuentes confiables de información en línea y no con mensajes reenviados de WhatsApp (comunes en los chats familiares) que nadie en la cadena se encarga de verificar para cortar su flujo.
Lo más importante: tomarse un tiempo para desconectar y desconectarse de la tecnología, ya sea a través de la meditación, el ejercicio, el tiempo de calidad con amigos y familiares, o simplemente tomarse un tiempo aparte para el crecimiento personal. 
Parte de estas buenas prácticas está en apartar el celular a la hora de dormir, apagarlo o tener el modo avión activado para poder descansar sin la tentación de querer saber ansiosamente todo lo que pasa gracias al famoso FOMO (en inglés Fear of missing out), aquel miedo que consiste en perderse lo que está sucediendo con los demás o a su alrededor.
Poder cortar con el lazo que lleva a consumir cantidades incesantes de información es una actitud que puede costar, sobre todo en las nuevas generaciones que han sido nativas digitales y cuya mayoría de habilidades sociales recae en el contacto con celulares u otros dispositivos. Después de toda dependencia, lo que espera al otro lado es paz.
También, desde un grupo de amigos, se combate la “infoxicación” promoviendo la desconexión, apartando el celular de la mesa y permitiendo que fluyan las comunicaciones espontáneas. Esto ayuda a remediar ese malestar informativo que puede causar un país donde se presente una reforma legislativa cada semana, los mandatarios dicen mentiras sin vergüenza alguna alrededor de sus logros y donde sube como espuma el furor que puede causar un desliz de cualquier parroquiano en redes sociales que, por haber sido “noticia”, ahora ya se cree un líder o “influenciador”. 
A la postre, estas personas están llenas de nada, quizás, infoxicadas.
Nota: Presiento que la ‘infoxicación’ será razón para la próxima columna de las Quisquillas de don Efraím Osorio López. Ahí me disculpa por lo esnob.