Observando las marchas públicas de los últimos años en el país, muestran unas profundas diferencias, que dejan al descubierto un diálogo pendiente: el diálogo entre las distintas generaciones.  En el 2019 y el 2021 los jóvenes salieron a las calles. En el 2022 estamos viendo que son los maduros que están saliendo a protestar. El diálogo intergeneracional está pendiente en nuestro país. Las tensiones y brechas entre generaciones debemos superarlas con inteligencia, generosidad, responsabilidad y creatividad.
En efecto, los progresos de la modernidad están haciendo posible una extensión de la vida de los seres humanos. Evitando las enfermedades y con la mejora en sus tratamientos, han prolongado la vida de los seres humanos. La expectativa de vida es muy superior a la de los siglos pasados. Y ello está llevando a que diversas generaciones convivan al mismo tiempo en el presente. Hay, pues, diversas generaciones compartiendo su existencia y obviamente cada una de ellas tiene sus preocupaciones e intereses particulares. En medio de esta diversidad se presentan tensiones naturales entre el corto plazo y el largo plazo; entre las posibilidades de concepción de bienestar entre unas y otras generaciones. Coinciden generaciones con una gran diversidad de percepciones sobre lo que es, debe y puede ser la vida humana feliz, digna y plena. Lo que observamos en el país es no sólo la diversidad de percepciones, sino que ellas nos llevan a que aparezcan y aún peor, que se profundicen con mucha facilidad, brechas generacionales. Estas fisuras generacionales están muy presentes en una sociedad con tantas necesidades y recursos escasos y mal repartidos.
Por ejemplo, en el caso de pensiones está dando materia para estas brechas. Tenemos en la actualidad una población ya mayor considerable sin ninguna pensión. Por otra parte, están las personas mayores que cuentan con una pensión decente y proporcional a los ingresos recibidos en su tiempo laboral, que está siendo en un porcentaje muy alto subsidiado por el Estado a través de Colpensiones; también aquellos que están en proceso de cotización en los fondos privados. Y están los jóvenes que ven que los costos parafiscales dificultan la creación de empleo. No es fácil darle respuesta a tan variadas situaciones con unos recursos limitados. Por ello la necesidad de dialogar.
Casos como el descrito nos ponen la evidencia de la necesidad que tenemos como sociedad de un diálogo intergeneracional.   Recientemente, el Padre Arturo Sosa, S.J., planteaba el reto así: “El desafío de la intergeneracionalidad consiste en la compleja tarea de establecer un auténtico diálogo dentro de cada generación y entre las generaciones. Un diálogo que establezca espacios y condiciones para escucharse mutuamente. Un diálogo que, por una parte, funde la fraternidad entre ellas y, por otra, sea capaz de hacer consciente y comprometer a las distintas generaciones a procurar el Bien Común de la humanidad, incluyendo restablecer una relación armónica con la naturaleza, el medio ambiente y la bio-diversidad”.
El diálogo nos servirá para poder dar un norte común, de búsqueda del bien común, que conlleva por lo general, buscar consensos, que implica a su vez ser flexibles y ceder. Esta búsqueda de soluciones debe estar animada por un principio de justicia y de cuidado de los más vulnerables. Así pues, hay que determinar las reglas del juego de ese diálogo social y ser conscientes de la necesidad de apoyar el encuentro abierto y generoso entre las generaciones. Hay unos no negociables, que han ido apareciendo como el cuidado de la casa común, respeto de la dignidad humana, la lucha contra el cambio climático, que son fundamentales para todos y especialmente para las nuevas generaciones que desean tener también las mismas oportunidades de condiciones de vida para ellos y su descendencia.
Es pues, vital este diálogo intergeneracional en nuestro país para que cerremos brechas y tengamos propósitos comunes.