La preparación de los médicos es un tema cada vez más frecuente entre los ciudadanos, sobre todo después de 1975 y con más énfasis a partir de las vigencias de las Leyes  10 de 1990, 100 de 1993 y 23 de 1981. Antes, en términos generales,  el médico era depositario de la más absoluta confianza y escasamente algunos  se atrevían a dudar de sus condiciones humanas y científicas en el ejercicio de la profesión. 
Poco a poco se ha ido instaurando el mecanismo de confrontar la preparación científica del médico. Las respuestas a las diversas inquietudes en estos aspectos están en cabeza de las facultades y escuelas encargadas de titular a los profesionales. 
El médico está obligado a preservar bajo juramento,  hasta el último instante la calidad de sus actuaciones, independientemente de las condiciones que se le otorguen para su ejercicio, y en la actualidad la vigilancia primera reposa en las instituciones que prohíjan el acto médico. 
El profesional médico es una persona que debe estar al servicio de los demás seres humanos como fin último y por lo tanto debe ser  trascendente y mantener  irrenunciable su decisión de ejercer, como lo mandan los cánones a los cuales se comprometió. Ello es  extensible al momento de la identificación vocacional y su posterior persistencia.
El médico debe ser, como todos los profesionales, íntegro no solamente en el sentido de la honorabilidad que debe tutelar todos sus actos, sino en determinados y diferentes aspectos que complementan lo estrictamente científico y lo técnico. La medicina es un arte y, a pesar de que algunos contradicen el aserto, ello sigue siendo válido desde el enfoque humanista de su labor.
La Ministra de Salud y Protección Social ha expresado públicamente, sin sustento técnico,  que lo médicos son responsables de las dificultades financieras de las Empresas Promotoras de Salud debido  al  ejercicio no controlado en la formulación a sus pacientes. Dicho así, le corresponde al gremio demostrar fehacientemente lo contrario o aceptar humildemente las afirmaciones de la Ministra. 
El gremio médico, como todos,  no siempre es unánime ni totalmente perfecto ni en su ejercicio ni en sus conductas diversas frente a la sociedad.
Es un honor ser médico y así lo entienden los ciudadanos, pacientes o no. Igualmente, esta aseveración debe aplicarse a todos los demás que tienen una profesión o ejercen un oficio. Sin embargo, el profesional que ejerce medicina debe tener ciertas condiciones que lo distinguen de los demás. En ello las facultades y escuelas de medicina deben estar de determinados saberes y comportamientos propios de sus escuelas de enseñanza y vida ciudadana.
La semana anterior, durante la sesión de una de las Comisiones de la Academia Nacional de Medicina, se planteó la deficiencia de conocimientos históricos y geográficos colombianos en estudiantes de medicina y la carencia de un buen manejo de la lengua nativa, lo cual es un contrasentido cuando se exige el conocimiento de un idioma extranjero. Podría argumentarse que la culpa la tienen los estudios preuniversitarios, pero ello no se compadece con la necesidad de un profesional completo.
No importa de quien sea la culpa, hay que solucionar la deficiencia. Lo ideal es que un profesional o un técnico colombiano, médico o no e inclusive un bachiller, no deben tener vacíos en los conocimientos históricos generales del país e inclusive de historia regional.
A diferencia de los maestros médicos de antaño quienes conocían, incluyendo detalles, la vida histórica del país, hoy se evidencia la tristeza que despiertan estudiantes de medicina que no saben quiénes fueron los héroes, a pesar de los detractores modernos  de la independencia. Es inadmisible.

Nota: Es necesario que los médicos sean críticos.