Empezó la campaña política en Caldas y se vislumbra una gran descomposición por cuenta de algunos candidatos que, sin argumentos ni realizaciones, vienen planteando una lucha visceral que, creen ellos, les proporciona visibilidad, fama y renombre. Son, en principio, dos diputados que se caracterizan por sus alharacas mediáticas intrascendentes en lo judicial y vanas en lo político, pues cuando se denuncia sin pruebas aprovechando la vitrina que les da una curul, o la majestad de un recinto que deberían respetar, terminan haciendo el ridículo y perdiendo toda credibilidad. Hablo de Camilo Gaviria Gutiérrez y Mauricio Londoño Jaramillo quienes, como base de campaña, formaron un equipo tácito para degradar la imagen del gobernador Luis Carlos Velásquez.
Camilo, excandidato a la Gobernación de Caldas, y heredero legal de su curul por haber quedado de segundo en las elecciones, ha desperdiciado ya tres años de su ejercicio de diputado, tratando de desprestigiar al gobernador y todo lo que lo rodea, así en ese empeño destruya nuestros proyectos y degrade nuestras instituciones. En esta tarea, utiliza planteamientos pueriles, nimios, deshilvanados e infundados, y su pobre labor deja ver que nunca asimiló su derrota y que aún hoy le duele no haber sido él el gobernador de Caldas.
Mi cercanía con su campaña me lleva a afirmar, sin ningún asomo de dudas, que su soberbia lo obnubila, y que sus capacidades se ven muchas veces opacadas por la arrogancia y el convencimiento de ser merecedor de todo, por el solo hecho de existir. Bien valdría la pena una reflexión que lo lleve a recapacitar sobre su función, y alejarlo de sus resentimientos. Es el consejo de un “panfletario” amigo que se preocupa por el erario, de donde se desembolsan millonarios recursos para pagarle solo por destilar odio e impotencia.
Pero, ¿a quién le puede perjudicar (aparte de a Camilo mismo), que se comporte de esta manera? ¡Pues a todos! Degradar una corporación como la Asamblea de Caldas (de por sí minimizada y opacada) atenta contra la institucionalidad democrática; y entregar solo miseria conceptual dedicándose a ver como se ataca a su adversario, así sea difamando, injuriando o calumniando, y recibir millonarios estipendios públicos por esto, es en sí un acto de corrupción que no podemos silenciar. Lo peor es que parece que él mismo considera que tiene las calidades para ser alcalde de Manizales, y ha puesto a sonar su nombre (en forma disimulada), sin especificar si volverá de la mano de Mario Castaño o de un Centro Democrático que ayudó a desmoronar. ¡Ojo con esto!
Y en cuanto a Mauricio Londoño, expresidente de la asamblea de Caldas y quien renunció a su presidencia para aspirar a la gobernación del departamento, es deplorable leer las intervenciones en redes sociales en las que acusa sin pruebas, distorsiona la verdad impunemente, difama al gobernador Velásquez sin sustento probatorio, y se involucra en su vida privada a través de embustes que abarcan a su núcleo familiar más cercano. La dignidad del hombre se demuestra, sobre todo, en el comportamiento con sus enemigos. Y lo que hoy demuestra el diputado Londoño es una falta absoluta de dignidad y decoro. Londoño acusa muchos de los defectos de su aliado Gaviria, acrecentados con su falta de preparación intelectual y académica.
¿Merecerán ser nuestros dirigentes cuando, en lugar de propuestas, solo muestran rencor?
Tanto a Londoño como a Gaviria se les olvida su carácter de servidores públicos, y que están obligados, antes que a señalar mediáticamente sin pruebas ni fundamentos para deteriorar la imagen de sus enemigos, a denunciar ante las autoridades, con documentos, los delitos o actos ilícitos que conozcan. 
De manera pues que estos dos personajes que encabezan la fauna política como aspirantes a Alcaldía de Manizales y Gobernación de Caldas, tendrán que recapacitar si se dedican a trabajar en sus curules en beneficio de Caldas, o siguen alimentando sus odios y visceralidad en pos de sus campañas, lo que seguramente acabará por hundirlos en su propio estiércol. ¡Aunque, conociéndolos, le apuesto más a lo segundo!
Mal inicio de campaña en una ciudad que, por su actual crisis, debería buscar una contienda política de altura, seriedad y decoro.