El alcalde de Manizales, Carlos Mario Marín, se creyó invencible, inmune, gran líder y con poderes sobrehumanos para convencer a sus súbditos de los embustes que suele proferir en todos los escenarios donde hace presencia. Y lo que empezó con actitudes de niño malcriado haciendo pantomimas en medios de comunicación, o trepado en un helicóptero paseando por encima de la ciudad, o haciendo alharaca en las góndolas de los carros del Invama, o el ridículo en redes sociales, terminó sirviendo solo para demostrar que es un remedo de alcalde a quien tienen que esconder para evitar sus intervenciones en público llenas de mentiras que solo él se cree.
Pero, además, para demostrar que la renovación y el cambio que con tanta alharaca prometió, se quedó solo en actos de corrupción y perversión, y en onerosos abusos de poder para el enriquecimiento de unos pocos que sabían, desde su época de concejal, el engendro que estaban creando y cuál sería el desempeño en favor de su mafia. ¿Dónde quedó la soberbia del misógino que ha maltratado a tantas mujeres en privado, para fingir en público su respeto? ¿Dónde está ese mesías que convirtió los consejos de gobierno en escenarios de homilías, en los cuales posa de ejemplar y solo consigue hacer también el ridículo entre los suyos? ¿Dónde está ese salvador que todo lo criticaba y, desde un principio, sobrepasó los límites de la decencia y el decoro?
Llevamos 37 meses de este gobierno y solo hemos asistido a embustes, anuncios de obras imposibles, proyectos absurdos acolitados desde el concejo, millonarios gastos innecesarios, salidas en falso y actos grotescos permanentes. Podríamos afirmar, sin temor a equivocarnos, que lo único que ha conseguido este alcalde es posicionar a Manizales como la ciudad del absurdo y la desfachatez, contrario a la imagen que con tanto esfuerzo habíamos cultivado de cultura, civismo, emprendimiento, amabilidad, paz, educación e hidalguía. Y sigue creyéndose el gran líder y pregonándose como el paradigma de gobierno. ¡Pobre!
¿Y por qué repetir lo que tantas veces hemos denunciado en este espacio? Porque este es un año definitivo para nuestra ciudad. No solo por ser un año electoral, sino porque aquellos que le han acolitado los actos de corrupción e indecencia al alcalde Marín (léase órganos de control y de justicia, y el connivente Concejo de Manizales), tienen que reaccionar ya, so pena de pasar ellos también a ser condenados. Porque si la lógica humana y jurídica operan, este sol a las espaldas que hoy merecidamente aqueja al alcalde, con el tiempo acabará asolando a sus cómplices y, más temprano que tarde, serán ellos también juzgados por su coautoría o indolencia.
Cuando se condene al alcalde por hechos que denunciamos pública y judicialmente, ¿cómo podrán defenderse esos cómplices silenciosos que debieron investigar, procesar y juzgar, pero prefirieron hacer oídos sordos y acabar con la ciudad? ¿Cómo podrán justificar su inoperancia, indolencia y complicidad los funcionarios que tienen en sus manos las pruebas documentales y prefirieron convertirse en mampara de la mafia que nos gobierna?
Por eso insisto con denuedo: porque este año puede ser el de la justicia que tanto hemos reclamado, pues será también la última oportunidad para que quienes ocupan esos cargos de responsabilidad judicial o de control reaccionen, antes de que sus reemplazos lo hagan y queden en fatal evidencia.
Desde esta tribuna he sido más que insistente en reclamar control, investigación y justicia. Y no desfallezco pues, aunque imperfecto, respeto el orden institucional y judicial y lo considero la única manera de regular la sociedad. Conservo la esperanza de que reaccionen y actúen con base en las múltiples evidencias que hemos entregado, y las que el propio desastre que se palpa, y los atropellos que se han cometido con nuestros recursos, tiempo y humanidad nos ponen ante los ojos.
Carlos Mario tiene ya el sol a sus espaldas. Y aunque él no lo quiera reconocer, es un sol ardiente que terminará por derretirlo y condenarlo por sus trapisondas. Ojalá los encargados de hacer justicia reaccionen, ¡por fin!, para acabar con este suplicio.