La memorable expresión latina, grabada de manera emblemática en el arco de la puerta principal que permite el ingreso al cementerio San Esteban de Manizales, refleja no sólo los momentos más radicales (Concilio Vaticano I) y progresistas (Concilio Vaticano II) de la Iglesia Católica, sino el significado y el papel de los cementerios en una sociedad mayoritariamente cristiana, pero también atea y con profundas diferenciaciones de clase como la manizaleña. ¿Cómo es y era Manizales?
Vaya al cementerio, es uno de los mas bellos museos a cielo abierto con que cuenta la ciudad. Recientemente pudo ser visitado por 150 personas, justo el día de todos los santos, en horas de la noche y sólo iluminados por la mística luz de las velas que apagadas ocasionalmente por el hálito de las benditas almas de quienes allí descansan en paz, permitieron en una noche de ensueño la realización de una de las sesiones de la 7ª Cátedra de Historia Regional de Manizales y Caldas, proyecto organizado por la Universidad de Caldas y Piedramaní, y que cuenta con el apoyo de importantes organizaciones públicas y privadas de la ciudad. Gracias a la anuencia de la Arquidiócesis de Manizales y de su ecónomo el Padre Libardo Aristizábal, el Cementerio San Esteban ha ganado protagonismo y reconocimiento identitario y patrimonial.
De la visita a la “necrópolis santa” como la canta Lizandro Mesa en su “Gran miseria humana” debe resaltarse la extraordinaria intervención al alimón de los profesores e historiadores Luis Fernando Sánchez Jaramillo de la Universidad de Caldas y David Esteban Molina Castaño de la Universidad Nacional, distinguidos investigadores en materia de cementerios y patrimonios funerarios del país. De su cosecha, destacaría de manera especial: a) El liderazgo de monseñor Tiberio de Jesús Salazar y Herrera, segundo obispo de Manizales, quien puso la primera piedra para el actual cementerio (1923 pero dado al servicio en 1930) quien vivió en carne propia los tres incendios de la ciudad y que lo llevaron a colocar otra piedra para la construcción de la icónica Catedral Basílica de Manizales; dentro de sus gestas se encuentra adicionalmente la fundación de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín (1937). b) El buen negocio hecho por la Iglesia local, en el predio que quedó después de trasladar el segundo cementerio de Manizales que se encontraba ubicado en el barrio Lleras y que funcionó entre 1867 y 1930. Sólo Julio Eduardo Lleras (no Carlos Lleras el expresidente como muchos erróneamente creen), fundador y gerente del desaparecido BCH se atrevió a desarrollar un programa de producción de vivienda a pequeña escala sobre el santo territorio, donde aun reposan en gran número los restos mortales de inconsultos cristianos. c) Los cementerios son un invento realmente reciente (Siglo XIX), pues las inhumaciones se hacían en los templos y ojalá cerca al altar, privilegio al que sólo podían acceder los detentadores de poder y no los pobres. Con la llegada de los parques cementerios y las cremaciones (1980) se democratiza el dolor y la pena, se socializa el rastro de la muerte, se extinguen las estructuras faraónicas del mausoleo, que no tienen chance en la vida eterna y la lama implacable de lo terrenal termina absorbiendo los bellos y esculpidos ángeles y santos. La muerte no se busca ni se desea, sólo se espera paciente y tranquilamente. Los cementerios también son para los vivos, para los que aprecian la historia, el arte, el urbanismo, la arquitectura, el silencio, la paz, la filosofía y para uno que otro ladronzuelo de flores. ¿Por qué sufrir con la muerte si dicen que es mejor allá que acá?