El 28 de junio de 1959 en el sector de La Cabaña, en La Línea (municipio de Calarcá), fue asesinado Ramón Cardona García (director del Conservatorio de Música de la Universidad de Caldas) a manos de bandoleros del norte del Tolima al confundirlo con el Director del Conservatismo. Aunque el inconsciente colectivo endilga la autoría de su muerte a Teófilo Rojas Varón, alias “Chispas”, la verdad de los hechos indica que eso no fue cierto. Quienes dispararon fueron Jair Giraldo, alias “Franqueza”, y Arnulfo Salamanca, alias “Triunfo”, pero el condenado fue alias “Trasnocho” quien purgó 11 años de pena cumplidos incluso por la memorable prisión de la isla Gorgona.
El maestro Cardona nació hace 100 años en Manzanares y varios homenajes se han hecho merecidamente en su nombre. Pero con él fueron incontables las víctimas de la Violencia (1945-1965), caracterizada por una sanguinaria confrontación popular entre campesinos del Tolima, Boyacá, Santander, Cundinamarca y Caldas, aupados por distintos jefes políticos de los partidos Liberal y Conservador, terratenientes, el propio gobierno y organismos especializados de las fuerzas militares.
Además de los bandoleros tolimenses “Desquite” y “Chispas” que dejaron su huella criminal en nuestro territorio, eran de la casa “Despiste”, “Gavilán”, “Negro”, “Triunfo”, Conrado Salazar, “Capitán Venganza”, “Sultán”, “Boqueguama”, “Sargento García”, “Paterrana”, Yesid Cardona y “Tonto Hermoso”, entre otros. Ellos también incursionaron brutalmente en los municipios de Aguadas, Anserma, Belalcázar, La Dorada, Manzanares, Marquetalia, Neira, Riosucio, Supía, Viterbo y Victoria.
Quienes de manera valerosa se atrevieron a contar estas historias fueron el padre Germán Guzmán, el sociólogo Orlando Fals Borda y el abogado Eduardo Umaña, investigación que quedó plasmada en el icónico libro “La Violencia en Colombia” que cumplió precisamente 60 años de la publicación de su primera edición y que se sigue constituyendo en el más importante referente teórico para comprender las dinámicas de “La Violencia”. Pero antes de la publicación de dicha obra, el reconocido y filantrópico sacerdote eudista Rafael García Herreros había creado una revista de profundo análisis social denominada “El Minuto de Dios: La Revista del Diálogo”.
Una de sus ediciones más polémicas fue aquella donde aparecieron en la portada el padre Germán Guzmán junto a “Chispas” en un encuentro que tuvo lugar en las montañas del Tolima el 5 de mayo de 1958. Mientras Guzmán hacía investigación de campo, el Ejército buscaba al ilegal para “darlo de baja”. Los bandoleros eran depositarios de una valiosa información relacionada con el apoyo y la financiación que recibían de reconocidos personajes públicos y por eso se prefería su muerte a la captura (“pacificación” la llamaban) la que pudo lograrse gracias a la estrategia militar denominada “plan lazo” y a la incorporación de ciudadanos a través de los famosos comités cívico-militares.
No dudo que la Violencia y lo que sucedió en Caldas son un hecho vergonzoso, pero no es un argumento para omitir su abordaje o pretender ocultar su existencia, pues lo feo u odioso de nuestra sociedad también merece un capítulo en la historia. En el año 2011 la Gobernación del Valle del Cauca publicó, de la mano del profesor Johnny Delgado Madroñero, de la Universidad del Valle, el texto “El Bandolerismo en el Valle del Cauca 1946-1966”. Creo que los departamentos implicados deberían replicar la experiencia vallecaucana, pues han pasado 60 años y la historia de la Violencia en Caldas sigue estando en sala de espera. No es posible construir y reconciliar una sociedad donde la violencia es endémica si solo se observan los modelos de los exitosos, obviando la verdad por dolorosa que sea de la sangre derramada en nuestro territorio.