En la edición del martes 14 de febrero, La Patria publicó en primera página una foto a color acompañada del texto “Bulevar de la 19, varado en Liborio”. En ella se ve al alcalde de Manizales visiblemente acongojado y apuntando firmemente sus manos sobre Juan Camilo Mora un inerme y joven ciudadano que con sus manos abiertas mira directamente a los ojos del mandatario, preguntándose ¿qué pasa aquí? Al lado de los protagonistas un señor de chaqueta negra con las manos cruzadas bajo su cintura, con un corte de cabello tipo french crop y gel fijador, cejas levantadas y una mirada antipática, rasgada y profunda hacia el alcalde (¿el guardaespaldas?).
Un poco más atrás la figura de un oficial de la policía cumpliendo con su deber, pero no necesariamente con el deseo de estar allí, con su nuevo traje azul y una goliana que le cubre la mirada puesta sobre el piso. Alrededor de la tensa escena los atisbos de muy pocas mujeres, locales cerrados y al fondo solitaria se vislumbra la calle 20 al cruzar por el parque Liborio. La fotografía hace parte de la historia de un proyecto que la Alcaldía quiere pero que a la ciudadanía le preocupa.
Esa ausencia de sintonía entre quienes ejercen el poder local y entre quienes deben soportar o “sacrificar” algo por el desarrollo urbano de la ciudad, pretende ser resuelto con inadecuadas “socializaciones”. El problema comienza, cuando esta y las anteriores administraciones municipales consideran que informar es sinónimo de socializar.  El diccionario de la Real Academia Española dice que socializar es “extender al conjunto de la sociedad algo limitado antes a unos pocos”. Uno de los grandes avances en materia de reconocimiento de derechos ciudadanos, fue la incorporación en la Constitución Política de la “participación” como fundamento para garantizar la justicia, el trabajo y la convivencia.
Por eso, reunir a los vecinos del proyecto en torno a una reunión donde solo pueden asumir el papel pasivo de preguntar, pero recolectan sus firmas y les toman fotos para subirlas a las redes sociales de la Alcaldía está muy lejos de reflejar ese espíritu socializador. Y menos aún, cuando el alcalde Marín señala que en los próximos días se dedicará a “volantiar” por el sector, para cumplir o mejor suplir de manera inane su obligación de incorporar en términos de eficacia la voz y el pensamiento de quienes allí viven y trabajan. El error es pensar que la socialización o la participación es un requisito formal previo, cuando verdaderamente debe ser como lo plantea José Miguel Fernández Güell (Planificación Estratégica de Ciudades, Reverté, 2006), “un proceso continuo de reflexión-planificación-ejecución-gestión”.
La foto de Liborio nos muestra un debate ideológico sobre las implicaciones sociales de los proyectos urbanos entre quienes creen en un modelo de “desarrollo competitivo” (el alcalde) que le da prioridad a lo económico sobre los problemas sociales y un “desarrollo sostenible” (la gente de Liborio) que al contrario le da prioridad a los problemas sociales y ambientales sobre lo económico tal cual lo establece el artículo 80 de la Constitución Política de Colombia.
Los comerciantes, mecánicos y trabajadores del parque Liborio tienen razones para desconfiar del proyecto; la desolada y arrasada Comuna San José se erige ante sus ojos como muestra monumental de la ausencia de planificación y no participación ciudadana. Y el proyecto inacabado de la calle 48, siendo más pequeño se convierte en referente negativo que incrementa notablemente la situación de incertidumbre y desconfianza hacia el gobierno local. En este enlace puede leer la columna de Camilo Giraldo, sobre el diagnóstico y estudios del proyecto. https://www.eje21.com.co/2023/02/lo-que-calla-el-bulevar/