Después de la posesión del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, surgieron respecto de Colombia serias tensiones económicas (los aranceles) y sociales (los migrantes y deportados).
La mayoría de los medios de comunicación se concentraron en hacer abundantes análisis contrafácticos (el universo de lo posible, pero no real) sobre unos efectos económicos que no se materializaron, como el incremento en los aranceles a productos de exportación.
Todo indica que el problema se resolvió en pocas horas. Sin embargo, lo mismo no puede decirse del drama en materia de derechos humanos de los migrantes y deportados; muchos medios carecieron de prudencia y profundidad en su abordaje.
Lo que se ha observado es una cobertura superficial y sensacionalista de las penurias de un sector de la población colombiana que ha venido perdiendo la esperanza de realizar un sueño en su propio país.
El tema se politizó por completo, y todo parece indicar que la búsqueda de soluciones en el marco de un Estado social de derecho es incierta, a pesar de la abundancia de instrumentos jurídicos.
El cine nacional ha recogido y se ha inspirado en las angustias y deseos de quienes buscan aventurarse hacia una nueva vida en los Estados Unidos, lo que deja en evidencia que no estamos ante una situación reciente, imaginaria ni coyuntural.
Entre las películas emblemáticas se encuentra “El Inmigrante Latino” (1980), dirigida por Gustavo Nieto Roa y protagonizada por Carlos “El Gordo” Benjumea.
Antonio Francisco del Villar, quien intervino fugazmente en esta película, había compuesto en 1975 “Emigrante Latino”, una pegajosa cumbia que hiciera popular Juan Piña y que se convirtió no solo en el himno de los migrantes, sino en todo un éxito bailable.
Luego se estrenaron “Visa USA” (1986), del director Lisandro Duque, con Marcela Agudelo, Armando Gutiérrez y Vicky Hernández, y “Paraíso Travel” (2008), dirigida por Simón Brand y que contó con las actuaciones de Margarita Rosa de Francisco, Luis Londoño, Luis Fernando Múnera y John Leguizamo. Con su estilo socarrón, estas producciones nacionales muestran las barreras idiomáticas, la discriminación, el racismo y la exacerbación de las desigualdades sociales internas de Colombia.
La caracterización de un segmento poblacional privilegiado con visa para los Estados Unidos, contrasta con un grueso de la población sin oportunidades que debe apelar al riesgo y la creatividad para superar barreras físicas o a través del “hueco”, como le suelen llamar.
Si estas películas, de la mano del sistema educativo y de la sociedad en general, se canalizaran adecuadamente, contribuirían significativamente a despertar escenarios de diálogo, conciencia y pensamiento crítico frente a la búsqueda de soluciones que permitan explicar y afrontar las causas de las migraciones.
De esta manera, se podrían vencer los estereotipos sobre los deportados, quienes, cabizbajos, con tapabocas y capuchas, trataban de ocultarse de los lentes de las cámaras y de las miradas de sus propios compatriotas al regresar a nuestro territorio en aviones acondicionados para transportar militares, como si se tratara de una guerra.