Fanny Bernal Orozco * liberia53@hotmail.com

 

La tragedia en la que viven cotidianamente las familias de los menores y adolescentes que desde los diez años o menos, con frecuencia expresan que no quieren vivir, que están cansados, agobiados, tristes o con miedo de existir, hace parte del diario vivir de cientos de padres, madres o cuidadores (abuelos, tíos, etc) desesperados que no saben qué hacer o a quién acudir para recibir ayuda.

Dice una mamá:

- "Mi hija se puso toda rara y comenzó a decir muchas cosas, que nunca antes había expresado. Llevaba días sin dormir, la llevé a Urgencias y pasamos dos días y medio, sentadas en una silla de plástico esperando a que nos atendieran. Y, mientras tanto, la ansiedad crecía y crecía. Se imagina usted, dos días sin trabajar y los otros dos hijos adolescentes esperando en la casa".

Es un calvario lo que pasa en estos hogares. Noches en vela en estado de alerta, temiendo lo peor, con la cabeza llena de malos presagios. Son horas eternas hasta el nuevo día, sin asomo de esperanza, sólo el desaliento y la incertidumbre rondando.

Un abuelo y cuidador afirmó:

- "Y la ayuda para nosotros, ¿dónde la encontramos?. Dejé a mi nieta hospitalizada y cuando le dieron de alta, no me explicaron siquiera cómo se le suministraban los medicamentos. Me siento confundido, no sé a dónde acudir, yo también necesito apoyo".

El abatimiento de los familiares, cuidadores e inclusive amigos es inmenso y si es ésta la red de apoyo, es fundamental entonces que reciban acompañamiento y que tengan espacios en los cuales puedan expresar sus miedos, infortunios y frustraciones.

Una mamá ha internado a su hija cinco veces y sostiene:

- "Ya no sé qué más hacer. La he cambiado dos veces de colegio, hasta hice un acuerdo laboral y en las tardes trabajo desde casa, para recibirla cuando llega. Me pasé a dormir con ella, he rebajado seis kilos, no me provoca comer y duermo pocas horas".

Escuchar estas narraciones pone en evidencia el sufrimiento en el que viven muchas personas. Es que el miedo, la desesperanza y el dolor no se acaban cuando a alguien se le interna en un hospital o le recetan medicamentos. Todo lo contrario, la ansiedad persiste.

Cuidar la salud mental de la red de apoyo, es esencial para aprender a mitigar o paliar la frustración y la desesperanza.

 

* Psicóloga - Docente titular de la Universidad de Manizales.

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