En su Carta a los Pisones (De arte poética), el poeta latino Horacio escribió: “Siempre lícito fue, lo será siempre / con el sello moderno acuñar voces”. Es decir, está permitido inventar vocablos, pero siguiendo las normas vigentes de los respectivos idiomas. El reconocido escritor Adalberto Agudelo Duque ideó la palabra ‘veletud’ y la puso en esta frase: “Aquí, veletudes de su carácter, combatió a los centralistas…” (LA PATRIA, 19/9/2022). En nuestro idioma, el castellano, tenemos el sufijo ‘-itud’ (‘-tud’)*, con el que de adjetivos se forman sustantivos abstractos que indican cualidad, por ejemplo, ‘pulcritud’ (de ‘pulcro’), ‘licitud’ (de ‘lícito’), ‘ingratitud’ (de ‘ingrato’), ‘beatitud’ (de ‘beato’), ‘aptitud’ (de ‘apto’), ‘decrepitud’ (de ‘decrépito’), etc. Supongo que el señor Agudelo formó su palabreja del sustantivo ‘veleta’ (“persona inconstante y mudable”), pues aludía al, según él, carácter caprichoso y cambiable de Simón Bolívar. Es, por tanto, un neologismo mal construido, y que no tiene futuro. ¿Por qué no echó mano, en su lugar, de ‘veleidades, caprichos, antojos’? Los neologismos, además de bien construidos, deben ser enriquecedores  del lenguaje o necesarios. *Nota: me extrañó no encontrar en el diccionario de la Academia Española de la Lengua el sufijo objeto de estas notas, que sí aparece en el de M. Moliner.
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Cuando hablo de la ‘subjuntivitis’ aludo al empleo del pretérito imperfecto de subjuntivo –terminaciones -ara y -era–, en lugar del pretérito simple de indicativo, como cuando un orador exclama equivocadamente: “Como dijera Napoleón…” en vez de la forma castiza “como dijo Napoleón”, porque si lo dijo, lo dijo, y es así como hay que expresarlo. O como se expresó el editorialista de El Tiempo en su homenaje a Roger Federer: “Sí, con Nadal, quien fuera su archirrival durante casi veinte años…”. “…quien fue su archirrival…”, porque tal es la realidad. Ésta, creía yo, era la única manifestación de ‘subjuntivitis’, pero descubrí otra en la siguiente muestra positiva: “…para morir entre el canto de las caracolas marinas, como lo hiciere Alfonsina Storni aquella mañana de 1938” (LA PATRIA, El suicidio no es un poema, Santiago Castellanos Santander, 24/9/2022). En ésta, el redactor fue afectado por el uso del futuro de subjuntivo –‘hiciere’– en lugar del pretérito simple de indicativo –‘hizo’–. ‘Caso único, aislado’, dictaminó el especialista, ‘y de dificilísima repetición’.
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El complemento circunstancial introducido por la preposición ‘hasta’ manifiesta el término de una acción (‘jugaron hasta las once de la mañana’); el final de un período temporal (‘las lluvias irán hasta el mes de febrero’); la extensión de un lugar (‘el predio va hasta el río Cauca’), y el límite de una cantidad (‘puede gastar hasta un millón de pesos’).  El columnista Carlos Arbeláez López, imitando tal vez a nuestros paisanos cundiboyacenses, no tuvo en cuenta esas nociones y escribió: “El proyecto Aerocafé, que nació en el año 1977, sólo recibió la licencia ambiental y el permiso de construcción hasta el año 2003” (LA PATRIA, 27/9/2022). Es decir, que en el 2003 expiraba la licencia ambiental para la construcción del aeropuerto. Ahora sabemos por qué la realización del proyecto está paralizada. En serio: lo que él quiso decir fue que “…el proyecto recibió el permiso de construcción y la licencia ambiental apenas en el 2003”. Así sí entendemos y podemos seguir soñando con aeropuerto.
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La ‘tilde’ –todos la conocemos– es un signo ortográfico del castellano, cuya presencia o ausencia cambia por completo el significado de un vocablo: no son lo mismo el adverbio de afirmación ‘sí’ y la conjunción condicional ‘si’; tampoco, la inflexión verbal ‘sé’ y el pronombre ‘se’; ni el adverbio de cantidad ‘más’ y la conjunción adversativa ‘mas’, palabras estas últimas confundidas en la solicitud que le hizo el congresista Osorio Marín a un tal Barreras, Roy, creo: “…que se aplique la figura de la silla vacía a Mario Alberto Castaño, senador electo por el Partido Liberal, más no posesionado…” (LA PATRIA, Supimos que, 28/9/2022). Porque se trata de la conjunción, no lleva la tilde (“mas no”), y puede sustituirse por ‘pero’. Ahí está el detalle.