Bajo una perspectiva personal y a la vez profundamente política, la escritora británica Zadie Smith señala que frente a retos como el cambio climático los discursos y escenarios apocalípticos son inefectivos, ya que lo que genera real movilización en las personas es la posibilidad de perder las cosas que quieren.
Conectada con esta mirada, Mariana Matija, en un relato íntimo sobre lo que ha amado y añorado, pero también acerca de lo que teme perder y se está desvaneciendo frente a sus ojos, reflexiona críticamente en su libro Niñapájaroglaciar sobre la forma en que hemos aprendido a relacionarnos con el resto de la naturaleza.
Al tiempo que reafirma su amor por afrecheros, carpinteros, bichofués, pomarrosas, suribios, laureles, guayacanes, perros, conejos, gatos y hasta animales extintos como el tilacino o el dodo, Mariana crítica la manera en que las instituciones y los dispositivos culturales de nuestro tiempo han acentuado el distanciamiento entre los seres humanos y el medio ambiente. Es una “feria del desprecio a las cosas vivas, la feria de la confusión sobre cuáles son las cosas importantes”, dice la autora manizaleña.
Esta alienación ha llevado a que expertas como Brigitte Baptiste manifiesten que la especie humana es la única que se considera sobrenatural, no por razones mágicas o espirituales, sino porque se concibe a sí misma como una categoría fuera de la naturaleza, y en no pocos casos, opuesta a ella. Por eso, tras siglos de actuar creyendo en la preeminencia de lo humano sobre lo demás, no sorprende que el consenso científico global indique que el cambio climático es generado principalmente por nuestra actuación y en particular por la economía basada en la combustión de gas, carbón y petróleo.
Los efectos cercanos de esto se pueden ver en territorios como Valencia en España, una ciudad mediterránea que enfrenta altos riesgos por el acelerado aumento del nivel del mar, lo cual puede destruir a final de siglo áreas tan relevantes como su puerto y su albufera (laguna litoral). Las muestras son evidentes también en lugares como Manizales en Colombia, desde donde se observan dos de los glaciares más fotografiados del mundo (no tengo pruebas, pero tampoco dudas), el Cumanday y el Poleká Kasue, los cuales desaparecerán en pocos años debido al incremento de la temperatura.
Las transformaciones que el cambio climático está generando en los paisajes que conocemos, que moldean nuestra identidad, que crean nuestras memorias y que incluso determinan nuestros estados de ánimo, son graves. ¿Cómo nos sentiremos los manizaleños sin nuestros nevados?, ¿Seguirá siendo Valencia la misma sin su puerto y sin su albufera?  
Revertir esta tendencia requiere cambiar radicalmente el modelo económico hegemónico y modificar los comportamientos colectivos, al igual que los estilos de vida. Es una lucha en la que quienes se lucran de este estado de cosas deben ser relevados e incomodados, quienes tienen la llave del cambio deben ser persuadidos y quienes sufren las consecuencias deben ser ayudados. En esto reside la mayor potencia y a la vez la mayor fuente de objeciones a la acción contra el cambio climático.
Por eso encuentro tan poderosa la propuesta de Mariana de invertir el significado de “convertirse en paisaje”. En lugar de relegarlos a la insignificancia o ignorarlos por completo, si reconocemos que los paisajes son parte integral de nuestra existencia, no podemos concebirlos como algo externo, sino como una parte intrínseca de nosotros mismos. Así, volver paisaje algo implicaría enraizarlo, sentirlo como propio.
Al desaprender lo que las instituciones y los dispositivos nos han inculcado durante años, deberíamos volver paisaje los glaciares, las montañas, los árboles, las lagunas, los ríos, las aves y las otras especies. Tal vez así, se pueda materializar lo dicho por Smith, ya que frente a la amenaza de perder lo que valoramos y consideramos cercano, podríamos reunir la fuerza necesaria para aventurarnos a preservarlo.
En un mundo donde reformar economías y hábitos es un desafío complejo, es también crucial que el fervor por transformar territorios, modelos mentales y comportamientos se vuelva paisaje.