La reciente Encuesta de Percepción Ciudadana de Manizales Cómo Vamos (2023) ratificó que los manizaleños piensan que las cosas van mal en la ciudad. El Alcalde Marín cuenta con una favorabilidad de apenas el 30%, cayendo 27 puntos respecto al año anterior y obteniendo la calificación más baja en la historia de esta medición. 
La improvisación, politiquería y cinismo de este gobierno, no solo han ido en contravía de los discursos y promesas de campaña, sino que han profundizado males crónicos de la región. Si bien la gestión de Carlos Mario Marín puede ser la representación más cínica y bufonesca de estos fenómenos, estos desafueros no nacieron con él ni con su administración. El estado de ánimo actual de los ciudadanos es síntoma de una enfermedad peor, que, a su vez, es la madre de múltiples dinámicas nocivas en la región. 
Por décadas, la corrupción ha capturado el ejercicio del poder político y público en Caldas. Esto, que no es precisamente un descubrimiento, está en la base de la pérdida de confianza de los ciudadanos y es uno de los factores del estancamiento de la ciudad y el departamento. 
Recientemente, Nieto y Samuano (2022) analizaron los efectos de la corrupción en México, investigando la relación entre la percepción y experimentación de hechos corruptos y el fomento o limitación de la participación ciudadana. Los autores hallaron que cuando los ciudadanos creen que su gobierno es deshonesto y se normaliza la corrupción, estos se alejan de la participación a todo nivel (electoral, plebiscitaria y social). Por otro lado, cuando hay experiencias directas con la corrupción, la respuesta suele darse en dos vías: los ciudadanos aumentan su involucramiento para intentar detener el fenómeno o sacan provecho del régimen y reproducen las prácticas corruptas. 
Mi hipótesis es que parte de las dinámicas identificadas en México se reproducen en Manizales, como se puede inferir en otras respuestas de la encuesta de Cómo Vamos. Por un  lado, el 42% de manizaleños considera que el nivel de corrupción aumentó durante el último año, siendo este el porcentaje más alto de la serie histórica. Por otra parte, los niveles de participación, según la edición anterior del sondeo, siguen siendo muy bajos: solo el 3% de ciudadanos participa en espacios promovidos por los gobiernos y apenas el 13% forma parte de alguna organización social, siendo el nivel más bajo en los últimos 10 años.
Este círculo vicioso entre corrupción, apatía ciudadana e impunidad, se ha consolidado por la naturalización del clientelismo (herencia de Yepes, Barco y Giraldo, aplicada juiciosamente por manzanillos como Lizcano), la institucionalización de coimas y peculados (llevados a la máxima potencia por redes delincuenciales como la de Mario Castaño del Partido Liberal), y la rutinización del todo vale (ejercido por el grupo Marín-Osorio desde oficinas y bodeguitas). 
Por eso vengo señalando que la crisis es más profunda de lo que muchos están dispuestos a aceptar y no responde solo al actual gobierno o a un experimento que salió mal. Una ciudad está en crisis cuando se normaliza, como acá, que, independientemente de la administración de turno, se tengan que pagar comisiones para ganar licitaciones en Aguas de Manizales, cuando se acepta que la cercanía al Alcalde o al Gerente es la que determina quien se lleva los grandes contratos en el Instituto de Cultura y Turismo, o cuando se permite sin mayor bulla que contratistas y funcionarios tengan que hacer campaña y conseguir votos para mantener el puesto en la administración. 
La corrupción desestimula la participación ciudadana, limita la imaginación colectiva y empobrece la visión de futuro. Por eso seguimos discutiendo los mismos proyectos de siempre, sacando pecho por los mismos hitos del pasado y anhelando que los liderazgos que no fomentamos vengan a salvarnos. 
Por fortuna la ciudad es mucho más que la clase política tradicional y ha salido adelante a pesar de ella. Orlando Sierra, recordando que la política “es el arte de elegir entre lo preferible y lo detestable”, señalaba que un buen Alcalde no puede tener varias prioridades: o le sirve al pueblo o le sirve a los jefes políticos, ya que “es bien complicado servir a dos señores a la vez”. 
Este año la ciudadanía tiene una nueva oportunidad. Hay que recuperar a Manizales.