El caso de Las Marionetas y del senador Mario Castaño es un producto caldense. Made in Caldas. Si existiera algún indicador, de esos que nos gustan, que midiera el número de congresistas capturados o el número de escándalos de corrupción por departamento, ya estaríamos rajados. Iríamos en el mismo grupo de varias regiones que, a punta de clasismo y racismo, creemos inferiores.
Hemos dicho que una de las formas de aminorar el horror es creer que siempre es peor en otro lado. En Caldas y Manizales somos buenísimos para decir que acá no estamos tan mal como el vecino. Pero esta vez no. Sucedió en nuestras narices y hasta dentro de nuestras casas y oficinas. Hemos visto este ventarrón, en medio de secretos que pasamos de familiar a familiar o de colega a colega. No creo que viéramos la incidencia del senador en tantos bienes de la ciudad sin que nos preguntáramos cómo.
Si por las noticias creemos que fue en Bogotá, en Chocó, en Cauca o en Quindío, es solo jugar a salvarnos. El senador capturado es nuestro. Nació acá, se hizo acá, sus votaciones meteóricas han sido acá, el directorio liberal que dirige es el de acá, los alcaldes que ha ayudado a elegir son los de acá.
Se me ocurre preguntar qué rasgos en nuestro territorio hacen posible a los marios castaños y sus marionetas. No me voy a poner con esencialismos ni prejuicios sobre cómo somos los caldenses. Esas lecturas son generalizantes, injustas, tramposas y explican superficial. Voy a comentar, mejor, sobre nuestras instituciones públicas y la prioridad que les damos.
A Caldas le ha costado mejorar su gestión pública, sobre todo aquella que le cierra el paso a la corrupción. Nos cuesta mucho, por ejemplo, cuando al Índice de Competitividad le da por medir las instituciones desde indicadores de contratación directa, de adiciones, de licitaciones de un solo proponente o de transparencia en regalías. Nos va mal.
Precisamente es eso lo que se escucha en las grabaciones de Las Marionetas. Abuso de los contratos directos, las licitaciones de un solo proponente, las prórrogas y las adiciones contractuales. También de la exclusión de los contratos interadministrativo de la Ley de Garantías.
Por otro lado, en el MIPG, el indicador de la Función Pública, tampoco hemos estado bien (Se puede consultar acá: https://bit.ly/3zsncPT). Mide otros temas anticorrupción como el acceso a información, la participación ciudadana, la rendición de cuentas y el control interno. Solo por poner un ejemplo, Villamaría, cuyo alcalde está mencionado en el caso de Las Marionetas, no ha logrado ni superar el promedio nacional de esta medición en los últimos 4 años. Lo acompañan municipios como Palestina, Chinchiná (que bajó del promedio en 2020 y 2021), Salamina, Aranzazu y Filadelfia, por decir algunos del centro y del norte.
La Gobernación ha tenido uno de los mejores desempeños durante los últimos 5 años (99 sobre 100 en 2021). La Alcaldía de Manizales viene de estar dentro del promedio (en 2018 sacó 68, sobre 100, cuando el promedio era 66) y ha avanzado a mejores lugares (en 2021 estuvo con 81 cuando el promedio fue 74).
Según el Secop, entre 2014 y 2022, personas nombradas dentro de Las Marionetas, como Alejandro Noreña Castro, Jhon Alexander Sánchez, Juan Carlos Martínez Rodríguez, Juan Sebastián Vargas Marín y Santiago Castaño Morales gozaron de contratos directos en Caldas. Entre todos contrataron 1.600 millones de pesos en 39 contratos. Sánchez tuvo dos contratos que sumaron casi 1.000 millones con Aguas de Manizales, en 2016. Martínez, como se sabe, fue gerente de Assbasalud. Estuvieron además en la Empresa de Renovación Urbana (ERUM) y Aquamaná. En las alcaldías de Neira, Pácora, Pensilvania, Risaralda, Samaná y Villamaría. También en la Gobernación.
Contratarlos puede no tener nada malo, incluso hacerlo de manera directa puede ser legal. Pero es muy posible que, al menos estos últimos 3 años, según la investigación, estuvieran trabajando para otra cosa o estuvieran solo recibiendo favores. Justo las razones para evitar que nuestros gobernantes abusen de la discreción de contratar a dedo. ¿Qué instituciones teníamos para detectarlo, controlarlo y denunciarlo?
Contar las historias de nuestros antihéroes no es desprestigiar ni denigrar de todo lo que somos como caldenses. Pero sí es una forma de mirarnos en un espejo. No tanto por echarnos culpas, sino para saber cómo dejar de repetirlo.