Gabriel García Márquez escribió “De viaje por Europa del Este”. En 1957 traspasó la cortina de hierro para darse una vuelta por aquellos países comunistas. Cuenta que cuando llegó a Hungría, al final de su recorrido, gobernaba Janos Kadar. Muy poco había pasado desde la revuelta del Otoño Húngaro y la represión que la contuvo, como siempre, había devuelto las cosas a su lugar bajo el imperio del silencio. Nadie hablaba del tema.
El periodista escribió: “Cuando la gente se calla -por miedo o por prejuicio- hay que entrar a los sanitarios para saber lo que se piensa. Allí encontré lo que buscaba: entre los dibujos pornográficos, ya clásicos en todos los orinales del mundo, había letreros con el nombre de Kadar (…) Estos letreros constituyen un testimonio válido sobre la situación húngara: ‘Kadar, asesino del pueblo’, ‘Kadar, traidor’.”
“Con un pipí más grande que usted” (sic) es lo que se escribiría en cualquier baño público de Manizales. Pero hoy es una frase oficial, de carácter administrativo, de publíquese y cúmplase. La soltó el exgerente de la Lotería, Arturo Espejo, en uno de los audios que otros funcionarios le filtraron. Se la dijo, como alto directivo de la ciudad, a un concejal elegido por voto popular. Todo por estar en desacuerdo con el alcalde. Pura institucionalidad de sanitario.
Como dijo García Márquez, la frase del pipí “más grande” al final es “un testimonio válido sobre la situación”. La situación una ciudad en la que tenemos excusados en el lugar donde deberían ir las instituciones. Es que si en la Hungría de Kadar la institución era el silencio y la expresión de sanitario era la rebelión, en Manizales el retrete es lo único público que queda y ansiar alguna institucionalidad parece lo revolucionario.
El debate público sale así de nuestros burócratas, sin que haya nada que pueda conducirlo, filtrarlo o tramitarlo. Piensa uno que lo que falta son instituciones, esas que blindan los edificios y los procesos de la personalidad del gobernante que está de paso. Esas que permanecen colectivas a pesar de las vanidades individuales. Esas que defendieron las democracias ante Trump o ante Bolsonaro. Esas que destruyen Ortega o Maduro porque les estorban. Esas que permiten que entre un Duque y un Petro no pueda haber un borrón y cuenta nueva.
Pero Manizales parece sometida al gusto del de turno. Cada estilo reinventa la ciudad, porque a cada gobernante le es permitido ponerse en el lugar de la institución. Los procesos son su arbitrio y a su obstinación le dicen planeación.
Qué procesos de cooperación tiene una ciudad para que cualquier embaucador extranjero, vendedor de criptomonedas de un país inexistente, pueda entrar a las oficinas públicas y salir con su borrador de convenio firmado.
Qué instituciones de prensa y transparencia tiene una ciudad para que el alcalde crea que ese embaucador es motivo de una divulgación en directo por redes sociales y para que además crea que puede borrarnos para siempre dicha alocución solo porque se vio haciendo el ridículo. ¿Acaso no ve que esa transmisión la pagamos nosotros?
Qué procesos políticos tiene una ciudad para que concejales del partido de oposición sean los que defienden al alcalde y para que los concejales del partido del alcalde sean los de oposición.
Qué instituciones de cultura tiene una ciudad para que cada gobierno llegue con sus contratistas favoritos a quienes les entregan todo a dedo. Qué procesos de obra pública tiene una ciudad para que cada intervención de ingeniería empiece tarde, se entregue tarde, valga más, se enrede más.
Qué instituciones administrativas tiene una ciudad para que el alcalde y sus subalternos se comuniquen y se trasladen asuntos como escribiéndose pornografía en los baños.
Algunos son optimistas y creen que esto pasará cuando acabe este gobierno. Se me hacen más bien facilistas. Creo que será peor con cada estilo y cada vanidad nueva que llegue a mandar. Hace años tenemos todo servido para que cada alcalde lo haga más mal que el anterior. Porque el único antídoto, que son las instituciones que conducen, filtran y tramitan sin importar quién esté, es lo escaso. Y es lo más difícil de reconstruir, porque solemos creer que se soluciona haciéndole campaña al del pipí más grande o acomodándonos al poder que escriba en los mismos baños lo que sí nos gusta.