Cada vez uso menos Facebook, pero sigo ahí y a veces me resulta útil. Hace poco busqué en grupos como “WikiMujeres” y “WikiManizales” si alguien vendía un producto, y a raíz de ese rastreo el algoritmo me sugirió otra comunidad virtual: “Venezolanos en Manizales”. Me uní y ahora soy una más entre sus 13.662 miembros.
Evelin Pérez pregunta: “Alguien me podría informar cuántos pesos son 600 bolívares”. Yonwil Chirinos comparte una tabla de equivalencias que permite concluir que son un poco más de $120.000. El salario mínimo en Venezuela está en 130 bolívares, que según la tabla de Yonwil son menos de $30.000.
Marcos Bibiano Méndez pide recomendaciones de personas que hayan viajado a Chile desde Manizales. Quiere saber qué ruta es más rápida y qué línea de autobús es la más barata. No ha recibido respuestas, pero tanto Jennifer Pineda como Nurkis Álvarez promocionan con frecuencia en el grupo los servicios de transporte que ofrecen a Ecuador, Perú, Chile y Bolivia. Se apoyan en vídeos testimoniales de venezolanos que llegaron a Huaquillas, Oruro o Tacna y manifiestan haber sido bien atendidos. “Todo legal”, dicen.
Los que preguntan por viajes de Manizales a Cúcuta suelen recibir numerosas respuestas. Explican que Copetrán es el único que hace el viaje directo, procedente de Cali, pero otros recomiendan que sale más barato ir a La Dorada, luego a Puerto Berrío y después a Bucaramanga. Así el viaje puede costar alrededor de $150.000. Alguien sugiere estar atentos a las promociones de avión desde Pereira, pero no es una opción viable por el número de kilos permitidos para el trayecto. Todos llevan su casa a cuestas.
“Motivo viaje” es una frase recurrente en el grupo. Motivo viaje los venezolanos en Manizales venden lavadora a $200.000, nevera a $130.000, televisor a $60.000, clóset a $110.000, mesa a $40.000, extensión multitoma a $15.000 o papelera del baño más espejo y escobillón a $10.000. También son frecuentes los mensajes de “compro cama”, “compro base cama con colchón” o “¿alguien sabe dónde puedo alquilar una lavadora?”.
En cuanto a la vivienda, muchos preguntan por alquiler de habitaciones. Las ofertas suelen ser para “persona sola, preferiblemente mujer”, mientras que en la demanda hay mensajes como “busco habitación para mi esposo y mis dos hijos”, “necesito habitación para pagar diario o semanal” o “¿alguien sabe de habitación grande y amoblada de máximo $280.000 cerca del centro, con acceso a cocinar?”. Por lo que leo, es muy difícil encontrar opciones cuando hay niños.
Otro tópico es la oferta laboral. “Se ofrece servicio como niñera”, “busco empleo en lo que resulte”, “¿Quién sabe de un trabajo como ayudante de cocina?”. Hay personas que ofrecen pagos de $45.000 o $50.000 el día, usando sólo WhatsApp, pero cuando alguien pregunta en qué consiste el trabajo le piden que escriba por mensaje interno. Y abundan las alertas sobre estafas de gente que ofrece vacantes, ayuda con trámites migratorios o créditos y se pierden con la plata de los venezolanos.
Circulan también las gratas noticias. No vi en los medios, pero sí en el grupo la reacción entusiasta al anuncio del RUNT, según el cual desde el pasado 12 de febrero es posible sacar licencia de conducción con el Permiso de Protección Temporal (PPT), que es el documento que suelen portar los venezolanos en Colombia. También he visto alegría en el grupo cuando alguien ofrece “En Minitas” o “en La Enea” piñitas, canillas, golfeados, cachitos, marmoledas o pepitos mixtos, los sabores de la nostalgia. Y me alegré cuando Oscar escribió “alguna chica en Manizales para ir un rato de rumba. Acabo de llegar a la ciudad” y Luna le respondió “Inbox”.
Se acabaron las campañas electorales y los venezolanos migrantes dejaron de ser noticia. Ya no hay políticos que paguen vallas que vendan xenofobia a cambio en votos, y los reflectores de la conversación pública apuntan hoy para otro lado. Pero ellos, los miles de venezolanos, siguen acá, tratando de reconstruir sus vidas en medio de nosotros. Me pregunto cómo hacer para que al dolor de la huida no se sume la marginalidad que impone una sociedad clasista, que únicamente acoge con emoción a los extranjeros que traen el apellido de “inversionista”.