La crisis que vive nuestro vecino país de Venezuela no solo tiene padeciendo un calvario a los ciudadanos que permanecen en su territorio, cientos de miles de venezolanos que tuvieron que emigrar a otras naciones sufren las consecuencias de estar en casa ajena y en varios de los casos, recibir improperios y estigmatizaciones por el rechazo casi global al régimen que los gobierna.
Colombia se convirtió en el principal receptor de venezolanos, según un reporte reciente de la Organización Internacional para las Migraciones, OIM. No existe un control efectivo sobre las personas que ingresan semanalmente por la frontera, que en promedio suman 40.000, la mayoría de paso para abastecerse de víveres.
Es pertinente aclarar que muchos de los que llegan tienen la doble nacionalidad, algunos de ellos colombianos que salieron hace años a buscar mejor fortuna y que ahora, ante las dificultades sociales, políticas, económicas, de inseguridad, salud y educación, decidieron regresar.
No podemos olvidar que en los años ochenta y noventa Venezuela gozaba de una economía sólida y los colombianos cruzaban la frontera para obtener productos a más bajo precio. Otros se quedaban allí buscando ofertas laborales y mejores condiciones de vida. Actualmente ese escenario cambió y la diáspora de venezolanos ha sido grande.
Migración Colombia informó que oficialmente en abril de 2017 llegaron de Venezuela 43.622 personas, 20.000 más de las que ingresaron el mismo mes del año anterior. Hoy la mayoría de las ciudades capitales tienen asentamientos de venezolanos y en muchas de ellas ya se evidencian brotes de xenofobia, algo en lo que no podemos incurrir pues nuestros nacionales también emigran hacia otros países.
Recientemente un comerciante de Bogotá denunció que hace dos meses tres venezolanos se acercaron a su establecimiento y le suplicaron que les diera trabajo, que estaban pasando por una situación muy difícil y necesitaban ocuparse para sobrevivir. 45 días después y luego de obtener su confianza, le desocuparon el almacén.
Pese a estas circunstancias que no se pueden ocultar, como tampoco se puede desconocer que en Bogotá hay decenas de inmigrantes deambulando por las calles, no es menos cierto que son muchos los venezolanos que llegaron a ejercer su profesión, el comercio o a desarrollar proyectos productivos contribuyendo con el crecimiento económico del país.
Con esta migración de venezolanos y de ciudadanos de otros países como Cuba, Colombia experimenta el fenómeno de ser un país receptor de personas, cuando su condición normal es ser expulsor de connacionales que salen en busca de mejores opciones de vida, principalmente hacia Estados Unidos y Europa.
No cabe duda que al éxodo venezolano hacia Colombia hay que ponerle control para evitar que se convierta en un problema social, pero no podemos dejar de extender la mano a un pueblo con el que compartimos la historia, con las mismas raíces. Si se afronta esta realidad con programas definidos de atención, la llegada de venezolanos puede generar beneficios para ambos pueblos.
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