Luego de dos años de pandemia, de la pérdida de empleos y de familiares fallecidos, y de una reforma tributaria a la comida por parte del gobierno, la angustia y la incertidumbre se apoderaron de la sociedad. El miedo a contagiarse generó muchas consultas psicológicas. Pero no fue la primera vez que la sociedad colombiana sintió miedo. El miedo, como tema histórico, está siendo abordado por los historiadores y sociólogos. La historia de Colombia es un terreno fértil para estudiar las variantes del miedo y, sobre todo, del miedo político, del cual la revista Semana es experta.
El miedo de los pobladores de la Costa Caribe y del Pacífico a los desmanes de los piratas fue cierto. En 1687, un pirata inglés entró al río Dagua y al puerto de Maracaibo hubo que fortalecerlo, pues los rumores indicaban que los piratas acechaban. En 1795, Cristóbal Vidal y Domingo Vidal Torres, capitán de la goleta San Fernando, quienes arribaron desde la isla de Jamaica por los malos tiempos, “y otros capitanes de naves surtas en Santa Marta” —que llevaban mercancías a las islas del Caribe y traían “negros bozales y herramientas” para vender— solicitaban “de que no se les obligará a ir a Riohacha, cuyas costas estaban infestadas de piratas”, incluso, Domingo Vidal escribió que eran piratas franceses que habían desembarcado en el puerto de Riohacha.
Los piratas eran herejes y, por lo tanto, enemigos públicos. Durante los siglos XVI, XVII y XVIII, la mentalidad de la sociedad se marcó de manera más imaginaria que real y sirvió para el control social y a los comerciantes se les permitió atracar en puertos en los que el contrabando era más propicio o realizar obras públicas de su interés.
Otro miedo terrible fue a la excomunión que sirvió para la formación de la “opinión pública” en el siglo XVIII. En Mompós, cerca de Cartagena, a los familiares del Marqués de Santa Coa les robaron unos documentos de la sucesión testamentaria, joyas y dineros. De inmediato solicitaron a la iglesia proferir unas maldiciones y excomuniones que debían ser leídas en todas las misas contra aquellos que sabían algo sobre los pecadores que tenían las joyas o documentos y callaban:
Malditos sean los dichos excomulgados de Dios y de su bendita Madres Amén Huérfanos se vean sus hijos y sus mujeres viudas Amén. El sol se les obscuresca de día y la luna de noche/ Amén. Mendigando anden de puerta en puerta y no hallen quien bien les haga.
Dichas tales maldiciones, el cura debía apagar unas velas lanzándole agua y agregar que “así como estas candelas mueren en esta agua mueran las animas de los excomulgados. Amén”.
La palabra plebe fue usada en el siglo XVIII para referirse a quienes pertenecían a “la mala raza”, vagos y proclives al desorden que carecían de criterio propio, según las élites, por su condición servil y se requería, a través del rumor, del lenguaje infamante para inculcarles el miedo a la Independencia. Fue por medio de una guerra de opiniones que el General Santander logró persuadir a la población de que la Independencia no era contra Dios. No obstante, la secularización y la modernización, el miedo configuraba una larga experiencia que no podía ser desaprovechada en el siglo XX.
Las reformas liberales Alfonso López en los años 30 tuvieron la mayor hostilidad conservadora por la “Liga Nacional para la Defensa de la Propiedad”. En los años 50 se vivió con intensidad la guerra fría, se construyó el miedo político; la más política de las pasiones. En 1967, Caldas Press publicó “diario de Cuba asegura que Castro vendrá al país para inaugurar Red de emisoras clandestinas (…) que montan los técnicos de los focos subversivos de los Santanderes”. Por supuesto Fidel Castro nunca vino a Manizales ni a Bogotá, pero esta “noticia” sí contribuyó al miedo político. Sobre la violencia desatada por liberales y conservadores en el país y que hoy es una verdad de manuales escolares, Mariano Ospina Pérez dijo en 1967 que “la violencia es inspirada por el comunismo desde el 9 de abril de 1948”. Desde entonces, en Colombia, el miedo, es la más política de las pasiones
El miedo a las expropiaciones, de que el dólar suba, de que “se caerá la bolsa, si gana Petro” y los rumores en forma de videos se ha convertido en la más política de las pasiones que entorpecen la libertad de los ciudadanos.
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