El hombre moderno (Homo sapiens) apareció hace 200.000 años en el continente africano; su expansión por el mundo (con su tecnología) data de hace 70.000 años. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a nuestra especie le ha tomado “cientos de miles de años” para que la población mundial alcanzará los 7.000 millones.
En una publicación emitida por esta Organización en el año 2022 (a propósito del Día Mundial de la Población que se celebra cada 11 de julio), se advierte que, según el análisis de las tendencias demográficas, en tan solo 10-11 años hubo un aumento de la población mundial correspondiente a 900 millones de seres humanos, pasando de 7.000 millones a 7.900 millones entre los años 2011 y 2021. La ONU plantea que, según esta tendencia, en el año 2022 se prevé un ascenso de la población mundial a 8.000 millones de terrícolas; para el 2030 la población sería de ~8.500 millones; en 2050 aumentaría a 9.700 millones y, en el 2100, la población llegaría a una cifra de ~10.900 millones.
Según la ONU, en el año 2018, más de la mitad de la población mundial (correspondiente al 55%) residía en urbes, y para el año 2050, esta cifra aumentaría hasta alcanzar una población de 68%.
Factores políticos, culturales, sociales, ambientales y económicos, motivan esta tendencia y ejercen presión sobre los humanos; influyendo en sus decisiones y, a su vez, instándolos u obligándolos a preferir áreas urbanas por encima de áreas rurales para residir. Algunos de estos factores –para ejemplificar un poco- podrían ser: la falta de oportunidades laborales (hay preferencia por ciudades como Medellín y Bogotá); estudios académicos (hay preferencia por ciudades como Manizales); el conflicto armado (como en el caso del desplazamiento forzado en Colombia), etc.
Durante el año 2018, Lina Bassarsky, una experta encargada de los asuntos de población de la ONU, señaló:
“La urbanización es un proceso que tiene que ver con los tres pilares del Desarrollo Sostenible: el económico, el social y el ambiental (...)”.
De acuerdo con la experta, se plantean retos en el marco del Desarrollo Sostenible como una Agenda Urbana que debe responder a los efectos positivos y negativos que se derivan del crecimiento urbano.
La proliferación de humanos y, por ende, el aumento de urbanitas, exige mejorar la calidad de vida en las ciudades. Se hace menester que líderes urbanos (gobiernos locales y sociedad civil) contribuyan conjuntamente en la promulgación e implementación de políticas, para hacerle frente a los desafíos que se les imponen a las urbes.
Los efectos de la urbanización ponen en evidencia la necesidad de generar mayor inclusión, en términos de proporcionar a los ciudadanos (sin distinción alguna) un acceso plural a más y mejores servicios urbanos, para lo cual, es posible diseñar estrategias loables y/o alternativas de densificación que potencialicen estos servicios.
De acuerdo con información dispuesta por el Banco Mundial:
“En el mundo, más del 50% de la población vive en zonas urbanas (...)”
“Más del 80% del producto interno bruto (PIB) mundial se genera en las ciudades (...)”
“Las ciudades son responsables de dos tercios del consumo mundial de energía y de más del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero (...)”
Conforme a lo anterior, se puede deducir que las ciudades generan cuantiosos réditos económicos y, a su vez, estos paisajes modificados generan una huella antrópica. En este sentido, es necesario que se asuma y ejerza una responsabilidad política-social para superar la ausencia de planificación y adoptar modelos de ciudad acordes a las realidades sociales, ambientales y económicas, con ocasión del cambio climático y la marginalidad que se puede observar en la periferia y al interior de las urbes.