La Feria de Manizales es uno de los eventos más importantes para la ciudad y aunque no soy muy fiestero, le debo a la alegría de esta celebración el ayudarme a mantener el ánimo arriba cuando las condiciones familiares eran muy desfavorables. Por esto quiero resaltar las razones por las que en su edición 65 hay que participar de la Feria y preservarla a lo largo del tiempo.
Primordialmente es un evento para todos, lo que incluye a los niños: actividades deportivas, competiciones y recreación son comunes en estos días haciendo que los pequeños disfruten de gratos momentos y nos contagien de tierna positividad. Hay que aprovechar de esos juegos en plena vía pública, de la comida popular que a menudo podría llegar a indigestar al desprevenido, de los espectáculos gratuitos que convocan según el gusto musical, de los juegos pirotécnicos que maravillan a los enamorados y de los desfiles que son tan coloridos como culturales.
Aunque algún cabeza de familia sabe que no es barato ir un día a feriar con la familia, vale la pena la experiencia, en mi caso la salida propinó la superación de mi preocupación por una risa, y sin ser el único, creo que cada persona se adeuda la posibilidad de descubrir las bondades de estas festividades. Para algunos, las aglomeraciones son una amenaza real muy a propósito de la variante ómicron; para otros los nudos y trancones de tráfico son insoportables; para personas autistas el ruido es destructivo y para otros, los artistas principales invitados son de un nivel inferior al esperado.
Aunque esté de acuerdo con esas críticas y me pronunciara a favor de ellas, creo que resaltar el acontecimiento permite mirar otros aspectos que son igualmente importantes. Por un momento analicemos la cantidad de visitantes que llegan a Manizales en esta semana; vienen personas de todo el país y del extranjero, es una cita social que tiene lugar una vez al año y en este caso con retroactivo emocional por cuanto el año pasado no se realizó feria durante la emergencia de salud global. Esto quiere decir que esta semana es estrategia de reactivación económica por cuanto se generan miles de empleos y es oportunidad para que las personas de escasos recursos puedan acceder a espectáculos gratuitos.
Esta Feria es perfecta coartada para reencontrarnos, para hacer realidad aquello que se extrañó durante las largas horas del confinamiento, ese es el verdadero espíritu de tanta programación, el de usar los celulares para almacenar recuerdos de lo vivido en cuerpo presente, es la superación de la virtualidad frígida. Iniciar así el año es bueno, incluso para los desempleados porque es iniciar con los otros, con el ruido de la música alegre y las palabras de la gente que necesita expresarse. Es una Feria colorida que sabe a platos deliciosos y convoca a gente de todas las clases como testimonio de una Manizales que inicia el año como se debe empezar cada etapa de la vida: celebrando la posibilidad de avanzar.
La ciudad y su reconocida Feria son una reflexión cultural y social sobre los que montan los caballos y los que miran el desfile, sobre las personas vulnerables que bailan en la calle sin que uniformados del centro de atención se los impidan; sobre el fortalecimiento de la ciudadanía y el uso verdadero del espacio público. Digo verdadero porque cuando esta edición de la Feria sea pasada, solo el visitar los barrios populares de la ciudad nos permitirá volver a sentir la autenticidad histórica de una aldea en la que todos podemos pasarlas bien de algún modo, si es que nos lo permitimos.
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