Pbro. Rubén Darío García Ramírez
Jesús caminó con los hombres, llegó a ser la meta del desarrollo de la historia y con su ascensión se cumple la verdad de la pascua: “El Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén”.
La misión se ha cumplido. La realidad de la muerte está vencida porque Jesucristo, con su SÍ al Padre, entregó toda su vida para que nosotros tuviéramos la Vida. Entonces, lo que no nos permite ser felices es la muerte, bestia de siete cabezas, materializada en los siete pecados capitales aprendidos y practicados desde nuestra temprana infancia:
Esta es la muerte que no permite amar, ni trascender…la que nos hunde en la oscuridad de la existencia en la tierra y más allá. Pero Jesucristo venció esta muerte con la Cruz: “Tu Cruz nos ha hecho ver la luz”. En el bautismo nos sumergirnos en la muerte de Cristo para resucitar con Él, al salir del agua resucitamos. Dentro de nosotros ya existe la vida eterna porque Cristo nos hizo renacer, se cumplió la promesa realizada en la Cuaresma: “Derramaré sobre ustedes un agua pura que los purificará de todas sus inmundicias e idolatrías los he de purificar y les daré un corazón nuevo. Infundiré en ustedes un Espíritu nuevo y los sacaré de sus tumbas” (Ez 37,14).
Tenemos dos tareas: (1) Tomar consciencia de cuánta muerte tenemos en nosotros evaluándonos con esas siete cabezas que acabamos de desglosar y combatirla; y (2) ir a anunciar a todos tan buena noticia. Quienes escuchen alcanzarán la vida por nuestro testimonio, porque verán en nosotros a Cristo resucitado. Este es el sentido de la Evangelización. Proclamemos sin miedo nuestra FE, reconozcamos lo que Dios ha realizado con nosotros: Nos transformó en seres libres. Examinémonos, demos gracias a Dios y esperemos con gozo la venida del Espíritu Santo, paráclito y luz de nuestra existencia.
Hoy celebramos la Ascensión del Señor, Jesús sube al Cielo a prepararnos lugar. Su victoria nos capacita para la plena felicidad y todo sufrimiento adquiere sentido porque Jesús venció a la muerte. Ella, ya no tiene poder sobre nosotros. ¡Aleluya!
Hechos de los Apóstoles 1,1-11; Salmo 46; Hebreos 9,24-28; 10,19-23; Lucas 24,46-53
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015