Pbro. Rubén Darío García Ramírez
Si cuando leamos estas líneas, nuestro corazón está lleno de angustia, desolación o tristeza; si algunos acontecimientos van en contravía a lo que habíamos proyectado, suscitando en nuestro interior sentimientos de desconfianza, frustración o pérdida; o si alguna tribulación ha entrado por la puerta de la casa y pretende instalarse… ¡Alegrémonos, hoy con esta Palabra que está llena de esperanza, de fe y del amor que es esencial para quien cree en Cristo!
Jesucristo resucitado está presente en la celebración de hoy con su Palabra de aliento, de fuerza y de sentido ante cualquier oscuridad que podamos experimentar.
Pablo y Bernabé en Listra, Iconio y Antioquía, anunciaban a los que iban en camino de conversión: “Hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios”. En aquel tiempo muchos experimentaban persecución, amenazas de muerte; y algunos empezaban a dudar y a temer un posible sinsentido de la fe en Cristo porque no comprendían las causas del sufrimiento. Entonces brilló la luz con la fuerza de la Palabra predicada por San Juan en su Apocalipsis: “Vi un cielo nuevo y una nueva tierra, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa engalanada para su esposo”.
Dios todo lo renueva: la nueva Jerusalén es la Iglesia revestida de luz brillante y, como madre, engendra la fe en muchos que yacen como en un sepulcro, desesperados, en sombras de muerte: “hartos de todo y llenos de nada”. Son quienes no lograron amar. Su existencia perdió la luz del día; su hogar perdió el fuego; su trabajo se transformó en carga pesada; su vida se volvió rutina agobiante en un mundo apresurado, sin finalidad clara… quedaron ahí, en el mundo, respirando hastío.
El Evangelio ilumina: Jesús entrega la respuesta a todas las inquietudes del ser humano y da la solución a toda su existencia: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros”.
Para entender este secreto Jesús explica: “Ahora es glorificado el Hijo del hombre”. Lo dice cuando Judas sale del cenáculo, y explica la realidad del misterio: Judas sale a entregarlo, se inicia la pasión. Jesús le entregó su cuerpo y sangre para su salvación y Judas lo traiciona. Pero detrás de esta traición se cumple el plan de Dios: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”. Detrás de la Cruz está la vida, siempre hay un propósito detrás del sufrimiento como lo anunció la primera lectura: “Hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios”, para renovarnos totalmente.
¡Por el Evangelio anunciado se hacen nuevas todas las cosas! Quien llega a creer en Jesucristo pasa de la tristeza al gozo porque, como dice el libro del Apocalipsis: “Él, enjugará toda lágrima de nuestros ojos; y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque lo primero ha desaparecido”.
La más grande obra de misericordia que la Iglesia hace con los seres humanos es Anunciar a Jesucristo, la Buena noticia, el Kerigma. Si estás gravemente enfermo, sin encontrar el remedio a pesar de todos los esfuerzos de la medicina, y alguien te informa sobre la existencia de un médico que puede curarte…Tú, seguramente, irías al lugar que fuera y a la hora que fuera. Pues bien, Jesucristo es tu médico sanador, tu roca, tu fortaleza y tu salvación. ¿Qué esperas?, ¡Permítete conocerlo!
Hechos de los Apóstoles 14,14.21-27; Salmo 144; Apocalipsis 21,1-5; Juan 13,31-33.34-35
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