Difícil articular los intereses de los protagonistas del negocio cafetero, los de los productores no son los mismos de los comercializadores, exportadores, inversionistas de bolsa, multinacionales tostadoras e incluso los institucionales a quienes les interesa que haya mucho café barato. La columna vertebral de la industria es el caficultor, es quien debe invertir en la tierra, establecimiento y sostenimiento del cultivo e infraestructura de transformación, asumiendo riesgos financieros, laborales, macroeconómicos, climáticos y especulativos.
Los compradores locales y exportadores van por una utilidad, compran y revenden de acuerdo al momento del mercado, y ante el riesgo, se abstienen de negociar, trabajan su margen independiente de la cotización. La bolsa no fija precio, lo que hace es descubrirlo y divulgarlo de acuerdo a un mercado, basado en supuestos de oferta y demanda, donde inversionistas y tostadores lo manipulan de acuerdo al control de inventarios y la especulación. Los grandes tostadores tienen capacidad de comprar altas cantidades en momentos de sobreproducción, asegurar materia prima barata y mantener inventarios almacenados generando un falso déficit que sube la cotización; en ese momento lo subastan y ganan.
A los especuladores no les interesa el café físico, adquieren contratos baratos que negocian de nuevo antes del vencimiento. Para asegurarse que van a vender más caro, adquieren muchos contratos que crean percepción de escasez, obligando a que el precio suba y liberan sus papeles tomando utilidad. A su vez para comprar barato aumentan virtualmente la oferta vendiendo futuros haciendo que la bolsa baje así haya poco café.
Otro aspecto que afecta este turbio entorno es el manejo de la información. Los medios de comunicación y las grandes empresas tienen la capacidad de influir en las noticias relacionadas con el cultivo afectando los precios de los futuros ante pronósticos de producción en los mayores países productores, especialmente Brasil. Noticias de heladas, veranos o inviernos intensos, predicen un déficit y los futuros suben; por el contrario si la cosecha en Colombia, Indonesia o Vietnam va a ser buena, la cotización baja al informar que habrá mayor oferta que demanda como en estos tiempos recientes. A los poderosos del mercado no les interesa que la materia prima suba, necesitan asegurar cantidades y precios, por eso invierten en programas de establecimiento y sostenimiento de cultivos. Ejemplo claro de esto fue el establecimiento de la caficultura en Vietnam después de la bonanza de los 70 (pagaron 3 dólares x lb), para asegurar cantidad y precio, y de paso lavar la conciencia de los EE.UU. después de la guerra. Igual en comunidades de pequeños productores a quienes les aseguran una economía de subsistencia con precios ligeramente por encima del oficial que los apriete pero no los asfixie.
Reconociendo que nuestra institución hace cosas valiosas por el gremio, también es necesario que lavemos la ropa sucia en casa. La supervivencia de Federación depende del ingreso derivado de la contribución cafetera, sus empresas y el gobierno; le interesa producir volumen de commodities, aprobó la exportación de pasillas (que paga contribución, no necesitan certificado de origen y ha afectado nuestra reputación) y la importación de robustas e inferiores de menor calidad aún. La industria importa más café del que consume el país, se abrió la puerta giratoria al contrabando (que la DIAN y el gobierno quieren controlar), porque además de distorsionar las cifras de producción, podría beneficiarse de los incentivos estatales cuando se activan.
La macroeconomía cafetera de los eslabones superiores de la cadena afecta la microeconomía del productor. En este complejo escenario no hay ningún poderoso que nos defienda, queda lo que hagamos nosotros en generación de valor, innovación, diferenciación y la forma de vendernos.
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