Este espacio habitual para la problemática cafetera, esta vez lo debo utilizar para otro gran compromiso: la odontología ante el SARS-CoV-2.
Tenemos en Colombia 60.000 odontólogos en ejercicio que se preparan para la reapertura de sus labores, y una comunidad de millones de pacientes que, así estén aplazando su demanda de servicio, requieren atención, y no podemos calificar su necesidad como suntuaria y fácil de posponer indefinidamente. La salud oral es una piedra angular de la salud general. Hemos tenido suficiente ilustración acerca del riesgo de transmisión del virus y obviamente la vía aérea y la cavidad bucal son el foco. En la primera línea de riesgo está el personal médico y principalmente los odontólogos. Es importante evaluar críticamente la información científica disponible ya que tendremos que trabajar en un entorno potencialmente peligroso para tratar la situación con precaución evitando la propagación del virus y del pánico.
Los odontólogos por años hemos trabajado y nos hemos protegido de enfermedades infecciosas (VIH, Hepatitis B y C, Tuberculosis,H1N1), tenemos una cultura y unos protocolos de protección para nuestros pacientes principalmente, nuestro equipo y nosotros mismos, por lo tanto la situación del SARS-CoV-2 no es completamente nueva. Los servicios seccionales de salud han sido rigurosos en hacer cumplir la bioseguridad del paciente para habilitar clínicas y consultorios dentales. La actual pandemia desafía los sistemas de salud y estamos a la espera de la expedición de los protocolos oficiales, aunque cada uno está trabajando en ello basados en recomendaciones de federaciones e instituciones colombianas, europeas, americanas y chinas.
La nube de aerosoles desplegada durante la mayoría de los procedimientos odontológicos contiene patógenos provenientes de la vía aérea superior y la cavidad oral que podrían ser riesgosos para el personal, aunque no está demostrado que dichos aerosoles en pacientes positivos puedan causar infección con barreras de bioseguridad. Los enjuagues bucales antimicrobianos como peróxido de hidrógeno, yodopovidona o diluciones de hipoclorito de sodio, parecen reducir la carga del virus, sumado a la succión de alta potencia que puede reducir la contaminación en un 90%. Los casos de contaminación de personal médico han sido por falta de barreras de protección en ambientes hospitalarios lo cual exige solución inmediata, no puede recaer sobre ellos el riesgo por la incompetencia del sistema.
Los consultorios dentales aplican normas de bioseguridad estrictas que no son comunes en dispensarios y salas de atención médica. La gran preocupación es la capacidad económica de las EPS e IPS para dotar de elementos de protección sus trabajadores y pacientes lo cual implica un aumento importante en los costos. En la universidad de Wuhan el 0,47% del personal dental se infectó, pero ninguno de ellos transmitió la enfermedad debido al equipo de protección. Las principales fuentes de infección son fuera del entorno de salud, se corrieen más riesgos en un transporte público, en reuniones, en una fila o un ascensor, lo cual requiere fuertes campañas de prevención. En Alemania el Robert Koch Institute (RKI), máxima autoridad en temas de salud, tomó la determinación de no cerrar las oficinas dentales.
Habrá que tomar mayores precauciones en la atención: interrogatorios previos, distanciamiento en salas de espera, uso de mascarillas, mayores intervalos de tiempo entre pacientes, uso de ropa de bioseguridad, disminución de tiempos de espera y medidas de higiene en manos, cara y boca antes y después. La pandemia requiere actuar con conciencia, cautela, calma y preparación, pero de una cosa deben estar seguros nuestros pacientes: que en el sitio donde van a correr menor riesgo es en nuestros consultorios, los rumores en el sentido que somos vectores de contagio son una gran mentira.
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