Mucho se escribe sobre la situación cafetera desde las organizaciones de productores, los gobiernos, las multinacionales, los economistas, periodistas y académicos. Dependiendo de los intereses gremiales, políticos, económicos o corporativos, cada cual hará sus análisis y presentará sus conclusiones; esta ha sido una columna independiente que ha tratado de mostrar la realidad del productor cafetero. Desde aquí, se ha propuesto replantear el modelo productivo y comercial desde el ejemplo con un grupo de emprendedores que ven la actividad con otra óptica.
Con excepción de las multinacionales, (6 compran el 80% de la producción), que cada vez imponen mayores plazos para pagar sus proveedores a expensas del menor precio pagado al productor, el consenso es, que los ingresos que genera la industria del café se reparten injustamente. Las cifras muestran que solo el 5% del valor que genera el grano en el planeta retornan a los países productores. Por otro lado las agencias certificadoras internacionales hacen alarde de sus programas de sostenibilidad, utilizando al productor empobrecido como instrumento publicitario, para que los consumidores del norte sientan su conciencia tranquila pagando sellos y viendo las fotos de los productores en las bolsas de café. El modelo de multinacionales y sellos de sostenibilidad tendrá un contrapeso en la medida en que dejemos de llorar y mendigar para ser proactivos e innovadores en nuestro negocio.
Las nuevas tendencias de consumo mundial, las comunicaciones y la creación de conciencia colectiva con respecto a las desigualdades e inequidad, son el terreno propicio para hacer propuestas que satisfagan las necesidades del mercado, atendiendo la demanda con producto valioso por su alta calidad apreciado por el consumidor. Hay que llegar a segmentos que quieren experiencias nuevas con historias verdaderas detrás de cada taza.
Cuando se incursiona en estos mercados se identifican necesidades que debemos entender desde el origen, las comunidades y las agremiaciones. Los consumidores demandan, fuera de un buen café, negocios de relación en los cuales haya mayor protagonismo del productor y ver claramente una estructura de calidad y transparencia. Algunas empresas empiezan a entender esto como un activo valioso que da solidez y legitimidad a sus marcas con historias que aproximen a los consumidores con los agricultores. Necesitamos que nos vean como los aliados necesarios para sus negocios en un auténtico espíritu colaborativo que fidelice usuarios.
Estamos en un negocio global, no producimos para vender localmente, producimos para el mundo y debemos concientizarnos del campo donde jugamos. 
La comercialización nos la han hecho, nos cortaron las alas y nos dejamos, y como no habíamos tenido necesidad de avanzar en la cadena de valor, hoy solo sabemos salir al pueblo el sábado a entregar el café por lo que nos den. Las organizaciones de productores modernas tienen que salir del país, buscar sus nichos, proteger su producto, construir narrativas e intangibles, proteger su valor y no permitir que el esfuerzo colectivo sea expropiado por unos pocos que sí saben cómo es la jugada. 
Las cadenas logísticas y de intermediarios tendrán que sintonizarse con iniciativas como estas, los que lo hagan primero irán ganado la carrera hacia las nuevas tendencias.
Es sorprendente ver en los visitantes que recibimos, la receptividad a iniciativas legítimas y transparentes donde ven a unos productores empoderados de su actividad, necesitados, pero apasionados por salir adelante, no con argumentos lastimeros e implorando ayudas, sino mostrando el trabajo y la inversión que hay detrás de cada grano de alta calidad y como la única manera de que las cosas cambien es repensando lo que hacemos para que haya un orden diferente al de ganadores y perdedores. ¿El futuro es ahora, cuándo lo vamos a cambiar?