Los acuerdos o contratos de futuros para vender café son una herramienta por medio de la cual los productores tenemos la oportunidad de colocar cosechas por venir con un margen de utilidad calculado de acuerdo con los costos de producción, asegurando la rentabilidad de nues[1]tras empresas. El mecanismo ha sido un recurso que permite aprovechar picos de precios en bolsa, que generalmente no coinciden con las cosechas, para asegurar utilidades, además de ser un mecanismo de financiación de la producción como garantía bancaria. Históricamente, en la mayoría de los años, los precios en bolsa en épocas de producción han estado por debajo de los fijados en los futuros, lo cual ha sido beneficioso para los cafeteros que se blindan ante el vaivén del mercado.
Este año el café ha subido de US$1,20 x Lb hasta US$2 en bolsa, más otros 500 pesos en la tasa de cambio, lo cual ha llevado los precios de $110.000 pesos por arroba hasta $190.000 en cooperativas y compras particulares. La mayor cantidad de ventas a futuro se colocaron el año pasado entre $95.000 y $110.000 pesos (para dos años adelante), estimando costos de $85.000 pesos en finca. En su momento estos contratos aseguraban una utilidad que ha sido esquiva a los productores en los últimos años. El asunto hoy es que ante precios de $160.000 y $180.000 en el mercado, el cafetero que cumple los compromisos está dejando de percibir $70.000 pesos en cada arroba. El oportunismo de los productores ha generado un incumplimiento masivo de las entregas, que a junio iba en el 20% del total ofertado y tiene en jaque a los intermedios de la cadena.
El problema grave surge entonces en las cooperativas, compradores privados, exportadores y Fondo Nacional del Café -FNC-, quienes establecieron compromisos con compradores, y que ante los incumplimientos no tienen producto para entregar, lo cual provoca una reacción en cadena de graves consecuencias con altísimo riesgo institucional y para comercializadores privados, que traerá consecuencias legales y derivará en cobros jurídicos y embargos a los cafeteros, que no se veían desde la crisis de precios de los 90. Por otro lado, hay que resaltar que estos contra[1]tos a futuros se firmaron sin garantía real, lo cual constituye una dificultad para ejecutarlos, mas no una imposibilidad.
Las consecuencias de todo este fenómeno son que esta situación puede llevar a la quiebra a muchos compradores, exportadores, cooperativas e incluso al FNC, ya que por cada arroba no entregada deben cubrir la diferencia en dinero, o saliendo a comprar a pre[1]cio de mercado para entregarlo a lo que se pactó en el contrato. Si se revienta el FNC el gobierno no tiene cómo salir a cubrir un rescate. Aquí hay una corresponsabili[1]dad que debe ser motivo de reflexión por parte de los productores.
Por otro lado, este fenómeno afecta la reputación de Colombia como productor y cumplidor histórico de sus obligaciones, hará que nuestro café sea sustituido por otros orígenes, perde[1]remos mercado y afectará la prima que nos reconocen por calidad. Adicionalmente se destru[1]ye una herramienta que ha sido fundamental ante los bajos precios históricos del grano, y que ha sido la defensa de los cafeteros ante tal situación. Esta coyuntura de precios parece que puede durar dos o tres años, por los fenómenos climáticos especialmente en Brasil que han reducido las cosechas, y que podría elevar aún más los precios, pero a su vez estimula nuevas siembras y vendrá un efecto de rebote en la producción tres años adelante, que devolverá los precios, y los cafeteros no tendremos la herramienta que nos permite fijar precios y proteger nuestras finanzas.
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