El blockchain, o cadena de bloques, es una estructura en que la información se agrupa en conjuntos a los que se les añaden datos de otro bloque anterior en la cadena, de manera que la información solo puede ser editada modificándolos todos. Esta propiedad permite construir una base de datos pública con un histórico irrefutable de información. Un protocolo adecuado de operaciones permite un consenso sobre la integridad de los datos sin recurrir a una entidad que centralice la información o que la oculte. La verdad es construida y fortalecida por los propios miembros. Este mecanismo es utilizado por las criptomonedas desde 2009, pero tiene múltiples aplicaciones.
En esta columna hemos abogado permanentemente por la necesidad de construir un mecanismo transparente de comercialización de café, que permita, a los extremos de la cadena, productores y tostadores, saber cuánto pagan por su café, y a su vez, a un comprador, saber cuánto de lo que paga retorna al productor. El mecanismo de blockchain permite satisfacer esta necesidad y es una de las formas modernas en que se transan cafés de alta calidad. La estructura reacciona contra negocios monopólicos en los cuales el dinero se queda en eslabones intermedios de la cadena. En el modelo actual, no porque el café esté barato el consumidor paga menos por él, los productores tenemos que participar en esto porque a las multinacionales no les interesa. Es una reacción ética al orden comercial, donde los mecanismos transparentes construyen negocios de relación donde el proveedor cobra importancia y disminuye la posibilidad de ser sustituido ante la competencia desleal y de precios.
Lo anterior es muy diferente al Fairtrade, cafés certificados o especiales por sellos que producimos en Colombia (a los que inútilmente seguimos apostando y mostrando como gran logro institucional); esto es un mecanismo de transacción donde prima la calidad y la trazabilidad del producto, no es vendiendo commodities como vamos a poder acceder a estos mecanismos con el cuento trillado de que tenemos el mejor café del mundo por el cual nadie quiere pagar más del precio de bolsa. Es hora de que los negocios modernos se arropen en imperativos morales que aprovechen el complejo cambio social, la posibilidad de acceder a la información y el crecimiento del escepticismo ante la corrupción del lenguaje político, corporativo y comercial.
Existen principalmente en Europa emprendimientos alrededor del blockchain en café (que reciben apoyos económicos importantes de promotores de negocios éticos), que construyen puentes entre productores y tostadores de café de alta calidad que cumplen con los requisitos de transparencia y trazabilidad que exigen los consumidores modernos comprometidos con el consumo responsable de productos agroindustriales provenientes de países subdesarrollados.
La “Cooperativa de Cafés de Especialidad de Colombia Coopcafees”, con sede en Manizales, viene trabajando hace 2 años en la construcción de un modelo que cumpla con los requisitos expuestos arriba; saliéndose del esquema tradicional de vender a un intermediario local, empeñados en el acortamiento de la cadena de suministro, y empoderados del producto que esos clientes necesitan, como debe ser, con una visión de progreso donde cobren relevancia las ideas y la fidelidad a una filosofía, que cada vez, encontrará más adeptos por su legitimidad al plantear una revolución en la forma de hacer transacciones. Esto funciona si ofrecemos algo diferente, por lo cual los clientes tengan una percepción de valor al ser único, no es vendiendo café comercial con el que inútilmente pretendemos competir con Brasil y Vietnam. Pero seguimos fieles a lo que pareciera ser la forma de ser de nuestro gremio: “Nos quejamos de todo pero seguimos en una pasividad complaciente que nos está destruyendo”.