Si usted es de los que no puede empezar el día sin tomar una apetecida y aromática taza de café, y si además se siente orgulloso de esta tradición consumiendo nuestro famoso producto insignia, y si, por otro lado, siente que apoya al productor nacional al hacerlo, lamento decirle que ni está tomando producto colombiano, ni está apoyando al productor nacional, ni está tomando café de siquiera mediana calidad. La mayor cantidad del café que consumimos en el país es importada especialmente de Brasil, pero, además, es de la menor calidad del grano robusta carioca. Y si le parece una delicia el café soluble instantáneo de diversas marcas comerciales, y también se siente muy elegante y sofisticado consumiendo cápsulas de cafés “gourmet”, es usted un cliente maravilloso de marcas locales y multinacionales que inundan a Colombia de café importado. De lo anterior se desprende que el aumento del consumo per cápita en Colombia, que de acuerdo con la fuente consultada estaría entre 2,2 kg y 2,8 kg año, es en su gran mayoría café importado.
Las importaciones durante el 2021 fueron las más altas que las registradas en 2019 y 2020 alcanzando las 73.780 toneladas frente a 44.149 y 63.641 de esos años. Colombia pagó más de 131,5 millones de dólares en café importado hasta septiembre, principalmente de Brasil (49 millones) y Perú (23 millones) según datos publicados por Blomberg en diciembre de 2021. Otros orígenes de importación poco conocidos muestran a Ecuador, España, Italia, Estados Unidos, Australia y hasta Líbano, según la misma publicación. De café brasileño pasamos de 19.870 toneladas en 2019 a 28.225 en 2021. El ecuatoriano pasó de 706 toneladas en 2019 y hasta septiembre de 2021 habíamos importado 1.895 toneladas. Faltan los datos de cuánto entra de contrabando y se reexporta con prima de café de Colombia, secreto a voces del que nadie habla. De esta manera los precios de cafés comerciales se mueven entre 9.000 y 12.000 pesos frente a 25.0000 o 30.000 pesos de un café 100% colombiano. Si son cafés especiales o varietales la libra cuesta entre 35.000 y 60.000 pesos, lo cual los saca de las posibilidades de compra para la mayoría de nuestros compatriotas.
Según la DIAN importamos café tostado molino descafeinado y sin descafeinar, sin tostar descafeinado y sin descafeinar, y soluble liofilizado; también importamos café verde de muy baja calidad para liofilizar, incluso por la Federación, para consumo interno, maquilar y reexportar. Cuando usted se acerca a la góndola de un supermercado a comprar café, la libra que le venden tostada, molida, empacada y puesta allí, no supera el precio de lo que cuesta esa misma libra en pergamino en una cooperativa o compra de esquina. Por lo tanto, la materia prima con la que se elabora ese producto no puede ser nada diferente a pasillas y subproductos de exportación nuestros y café de mala calidad importado; no existe información en la etiqueta sobre si está compuesto por robustas, pasillas o subproductos y en qué porcentaje. No existe regulación ni control de calidad de la materia prima utilizada. El Invima no hace absolutamente nada para proteger nuestro origen, ni exige etiquetados claros acerca del producto.
El país cafetero no tiene cultura ni conocimiento de nuestro principal producto, no hay cátedras en las escuelas, ni en zonas cafeteras, de apreciación y valoración de la calidad, nuestros campesinos venden gourmet en la cooperativa y compran pasillas en la tienda. La alimentación escolar que incluye café con leche y es subsidiada por el Estado no exige el uso de café de Colombia, en las oficinas de estado, pagadas por nosotros, tampoco se ha podido establecer su consumo. No nos ayudamos.
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